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inmadure2 del «tercer estado» frente a los poderes seculares<br />
dominantes, al mismo tiempo que se trueca en un tipo de praxis<br />
de ese tercer estado frente al pueblo por él dominado. Los<br />
movimientos históricos a que nos referimos exhiben, pues, de<br />
manera creciente, la transformación de las exigencias que los<br />
individuos dirigen a la sociedad en exigencias religiosas y morales<br />
dirigidas a los individuos mismos insatisfechos. El caudillo<br />
burgués procura idealizar y espiritualizar el imperioso reclamo<br />
de una vida mejor, el ansia por suprimir las diferencias de fortuna<br />
e instaurar una verdadera vida comunitaria, representados,<br />
en aquellos siglos, por predicadores populares y teólogos<br />
utopistas. Lo que los caudillos predican a las masas en el transcurso<br />
del proceso revolucionario es, antes que la rebelión, la<br />
renovación espiritual; antes que la lucha contra la riqueza de<br />
los privilegiados, la lucha contra la maldad general; antes que<br />
la liberación de los poderes exteriores, la liberación interior.<br />
Para Lutero la rebeldía era odiosa aun cuando estuviera dirigida<br />
contra el Papa, ese demonio con figura humana. Así como<br />
Savonarola calificó la revuelta del pueblo contra los Médici de<br />
«justicia farisaica (...) inspirada en un deseo de venganza»,®^<br />
e instó al pueblo a hacerse consciente de sus propios pecados,<br />
del mismo modo Lutero dijo de los campesinos «que querían<br />
castigar los pecados de los superiores como si ellos mismos estuvieran<br />
totalmente limpios y libres de castigo. Por ello Dios<br />
debía hacerles ver la viga en su ojo, para que no se empeñaran<br />
en descubrir la paja en el ajeno»;®* «. . . es preciso que el<br />
hombre común sosiegue su ánimo y declare que se abstendrá<br />
de cualquier deseo o palabra que lo conduzcan a la rebeldía, y<br />
que nada emprenderá sin orden de la autoridad o consentimientos<br />
de los que mandan (...) Pero quizá preguntes: ¿Qué<br />
debemos hacer, entonces, puesto que la autoridad no quiere<br />
hacer nada? ¿Debemos seguir soportando ese estado de cosas,<br />
dando pie a su petulancia? La respuesta es no, nada de eso;<br />
sí debes hacer estas tres cosas: primero, debes reconocer tu<br />
pecado, que ha ofendido a la severa justicia de Dios (...) En<br />
segundo lugar, debes rogar humildemente contra el régimen<br />
papal (...) En tercer lugar, dejarás que tu boca hable por la<br />
boca del espíritu de Cristo, como dijo San Pablo; Jesucristo,<br />
nuestro Señor, lo destruirá con la boca de su espíritu».*^<br />
No hay duda de que este proceso de transformación de las<br />
63 J. Schnitzer, ibid., vol. i, pág. 204.<br />
64 M. Lutero, Ausgewählte Werke (Obras selectas), H. H. Borcherdt,<br />
ed., Munich, 1923, vol. vi, pág. 165.<br />
65 Ibid., pág. 7 y sigs.<br />
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