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períodos de prosperidad económica; la amenaza del castigo se<br />
ha ido diferenciando y espiritualizando cada vez más, de modo<br />
que, al menos en parte, el horror se ha transformado en miedo,<br />
y este, en precaución. Y como, en los períodos de auge económico,<br />
con el aumento de la riqueza social, una parte de las funciones<br />
que desempeñaban los castigos pueden ser asumidas<br />
por su contrario positivo, la perspectiva de recompensa, ocurre<br />
que los señores y los guardianes —los cuales originariamente,<br />
y en correspondencia con cualidades primitivas del aparato<br />
psíquico, habían sido multiplicados por un ejército de<br />
espíritus y demonios—, pasan a ser, en parte, una divinidad o<br />
idea del mundo que, según la época, se representa como más<br />
sombría o más propicia. Ya esto solo indica que la coacción, en<br />
su forma desnuda, en modo alguno basta para explicar por<br />
qué las clases sojuzgadas han soportado el yugo tanto tiempo,<br />
incluso en las épocas de decadencia de una cultura, en las cuales<br />
las relaciones de propiedad y en general las formas de vida<br />
establecidas se habían transformado manifiestamente en trabas<br />
de las fuerzas sociales, y a pesar de que el aparato económico<br />
ya estaba maduro para una forma de producción más elevada.<br />
Aquí el historiador necesita estudiar toda la cultura; claro que<br />
el conocimiento de las condiciones materiales constituye el fundamento<br />
de la comprensión.<br />
Además, el complejo proceso histórico, en el cual se ha interiorizado<br />
una parte de la coacción, no consistió en un mero<br />
proceso de espiritualización, de asimilación de experiencias horribles<br />
por parte de la razón calculante, ni en su proyección<br />
unívoca en la esfera religiosa y metafísica. No; en él se originaron<br />
por doquier nuevas cualidades. Así, por ejemplo, la relación<br />
de los individuos con Dios no solo tuvo, desde el comienzo,<br />
el carácter de la pura dependencia, sino que la idea de<br />
Dios proporcionó a la vez el marco para los deseos infinitos y<br />
para los sentimientos de venganza, para los planes y anhelos<br />
nacidos en relación con las luchas históricas. La religión recibe<br />
todo su contenido, por cierto, de la elaboración psíquica de los<br />
acontecimientos terrenos; pero, al mismo tiempo, ella obtiene<br />
su propia forma, que a su vez repercute sobre la disposición<br />
anímica y el destino de los hombres y constituye una realidad<br />
dentro del todo del desarrollo social. Lo mismo puede afirmarse<br />
respecto de las ideas morales, del arte y de los otros dominios<br />
de la cultura. A pesar de que, por ejemplo, la conciencia<br />
moral y la idea del deber se han desarrollado en contacto muy<br />
estrecho con coacciones y necesidades de la más diversa índole,<br />
y de que ellas mismas deben ser concebidas, en medida consi-<br />
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