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proceso económico como fundamento determinante del acontecer<br />
implica considerar todas las otras esferas de la vida social<br />
en su cambiante conexión con él, y entender ese proceso, no<br />
en su forma mecánica aislada, sino en unidad con las aptitudes<br />
y disposiciones específicas de los hombres, las cuales, por cierto,<br />
fueron desarrolladas por él. De tal modo, toda la cultura resulta<br />
incluida en la dinámica histórica; sus dominios, es decir,<br />
los hábitos, los usos y costumbres, el arte, la religión y la filosofía<br />
constituyen, en su entrelazamiento, los factores dinámicos<br />
que, en cada caso, contribuyen a mantener o destruir una<br />
forma determinada de la sociedad. La cultura misma, en cada<br />
momento, es un conjunto de fuerzas envueltas en el proceso de<br />
cambio de las culturas.<br />
Todas las instituciones y procesos, en todos los dominios de<br />
la cultura, en tanto actúan sobre el carácter y los actos de los<br />
hombres, aparecen como momentos de conservación o bien de<br />
disolución de la dinámica social, y, según los casos, constituyen<br />
la argamasa de un edificio todavía en construcción, la masilla<br />
que reúne artificialmente partes que tienden a separarse, o una<br />
parte del explosivo que destroza el todo con la primera chispa.<br />
Contra este punto de vista se podría presentar una objeción.<br />
Con miras a mantener las relaciones de producción perimidas<br />
y la estabilidad del edificio social fundado en ellas, lo determinante<br />
no son las propiedades psíquicas formadas a lo largo<br />
de la historia, ni la disposición de impulsos característica de<br />
los miembros de cierta sociedad según el grupo al que pertenezcan;<br />
antes bien, lo decisivo —desde luego que en el marco<br />
de las posibilidades económicas— es el arte de gobernar, la<br />
organización de poder del Estado: en última instancia, el poder<br />
físico. En la historia de todas las culturas diferenciadas, los<br />
conocimientos y las aptitudes humanas, y el correspondiente<br />
aparato material de producción, estuvieron organizados de tal<br />
manera que el proceso de vida de la sociedad solo podía consumarse<br />
por medio de una separación, característica de cada<br />
época, entre quienes dirigían la producción y quienes la efectuaban.<br />
Si bien la vida del todo dependía de esta separación,<br />
por lo menos en los períodos de ascenso y de prosperidad, los<br />
estratos superiores de la sociedad constituían, empero, un núcleo<br />
relativamente pequeño, para el cual la forma establecida<br />
no solo era necesaria, sino que se había trasformado en la fuente<br />
del poder y la felicidad. Si bien todas las formas de convivencia<br />
humana habidas hasta hoy fueron la condición de existencia<br />
de la totalidad y del progreso cultural, innumerables individuos,<br />
según su posición en este todo, debieron pagar tal<br />
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