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vez más dudosas constituyen los criterios para la complementación<br />
de la jerarquía. Las virtudes decisivas para la subsistencia<br />
están hoy unidas en su mayoría a la falta de miramientos. La<br />
lucha competitiva en la época del Estado totalitario se ha vuelto<br />
más inescrupulosa y feroz, no solo en el mercado mundial,<br />
sino también en el interior de los pueblos. Los malos aspectos<br />
del liberalismo siguen multiplicándose lozanamente en nuestra<br />
época, mientras que los buenos se han disuelto en su crítica.<br />
Es vano el intento de comprender al hombre como unidad estable<br />
o en devenir. La antropología supone «que el complejo<br />
de cuestiones referentes al hombre se presenta como algo cerrado<br />
en sí y a la vez primario. Pero el desarrollo moderno lleva<br />
cada vez más a destruir justamente esta unidad y a discutir la<br />
pretensión del hombre a ver algo originario en las preguntas<br />
que se dirige a sí mismo».^^ Las propiedades humanas se han<br />
entremezclado en el curso de la historia y esta misma en modo<br />
alguno ha sido acuñada, hasta el presente, por una voluntad<br />
unitaria. Presenta una magnitud independiente en tan escasa<br />
medida como el objeto de la antropología. Nuestra propia imagen<br />
de la historia está estructurada por los intereses teóricos<br />
y prácticos de la situación presente. El acercamiento de la teoría<br />
a su objeto, acercamiento que, de hecho, caracteriza al progreso<br />
espiritual, no significa que saber y ser alguna vez coincidan,<br />
pues con la función del saber en la sociedad cambia también<br />
de continuo su ser y la realidad con la cual el saber está<br />
en relación. Cuando el saber pierde esta claridad acerca de sí<br />
mismo, se convierte en fetiche y como tal aparece no pocas<br />
veces la filosofía, e incluso también la lucha del escepticismo<br />
contra esta. Las consideraciones aquí expuestas combaten el<br />
supuesto de la destinación uniforme porque en la historia transcurrida<br />
hasta ahora el destino del hombre es extraordinariamente<br />
diverso. Debe enmudecer por fin la objeción aducida desde<br />
siempre en contra de las necesarias transformaciones históricas,<br />
a saber, que la naturaleza del hombre se opone a ellas. Aun<br />
cuando quienes cultivan la antropología filosófica, dotados de<br />
más libertad, están objetivamente muy lejos de esta objeción<br />
habitual y enseñan expresamente que no se puede descartar que<br />
el hombre cambie, el método no dialéctico que emplean ha contribuido<br />
a que entretanto la apelación a la esencia y a la destinación<br />
se haya convertido «plebeyamente» en pesimismo so-<br />
23 B. Groethuysen, Philosophische Anthropologie, en Handbuch der<br />
Philosophie, Munich y Berlín, 1931, secc. III, pág. 205. {Antropología<br />
filosófica, Buenos Aires: Losada.)<br />
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