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en el cual el efecto de cada decisión depende de infinidad de<br />
contingencias, y el libre albedrío se rebaja hasta convertirse en<br />
un mero adivinar entre puras posibilidades imprevisibles, esté<br />
ya radicalmente viciada la alegría de la acción, tal repugnancia<br />
respecto de las acciones voluntarias está preparada sin duda, y<br />
de la manera más efectiva, por la educación en la familia nuclear.<br />
En los miembros de la clase superior, el resultado de esta<br />
escuela de la autoridad se ha presentado más como objetividad,<br />
como apertura a todos los puntos de vista y acontecimientos<br />
—incluso los más contradictorios entre sí— del arte y de la<br />
historia, como exaltación de la grandeza en sí; es decir, se ha<br />
presentado en el empirismo y en el relativismo de la época liberal.<br />
Por el contrario, en las masas pequeñoburguesas, donde<br />
la opresión que pesa sobre el padre se reproduce en la presión<br />
que este ejerce sobre sus hijos, ha tenido como consecuencia,<br />
además de la crueldad, acrecentar directamente la inclinación<br />
masoquista a someter la voluntad ante cualquier dirección,<br />
con el mero requisito de que esta lleve el sello de lo poderoso.<br />
Apenas si puede concebirse al hombre de la Edad Moderna<br />
sin este patrimonio.<br />
Comte, el fundador de la sociología moderna, lo sabe por experiencia<br />
propia. «Por inmoderada que hoy pueda ser la universal<br />
sed de dominio provocada por nuestra anarquía intelectual,<br />
indiscutiblemente no hay individuo alguno que, en un examen<br />
personal secreto y concienzudo, no haya sentido con frecuencia<br />
más o menos profundamente cuan dulce es obedecer,<br />
cuando podemos realizar la felicidad, casi imposible, en nuestros<br />
días, de ser liberados convenientemente, por obra de sabios<br />
y dignos conductores, de la opresiva responsabilidad de<br />
una conducción general de nuestro actuar; un sentimiento así<br />
quizá lo hayan experimentado en especial aquellos que podrían<br />
mandar mejor».'^ McDougall dice que la censura y la<br />
desaprobación podrían disipar el instinto de autoafirmación y<br />
despertar el «instinto de sumisión»; «según predomine uno<br />
u otro efecto, el estado resultante vacila desde el rencor encolerizado,<br />
en el que falta el sentimiento de sí negativo, pasando<br />
por la vergüenza y diversos matices de pudor, hasta llegar<br />
a un estado de arrepentimiento, en el cual el sentimiento<br />
de sí negativo se convierte en el elemento principal, el cual,<br />
empero, merced a la integridad de la sumisión bajo el poder<br />
que nos corrige, puede ir acompañado de cierto placer, de un<br />
placer que se reduce a la satisfacción del instinto de sumi-<br />
53 A. Comte, Soziologie (Sociología), Jena, 1907, vol. I, pág. 450.<br />
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