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¿s la creación del mundo, del nacimiento de Cristo y del esperado<br />
fin de este mundo, si bien se interponen, en especial entre<br />
los dos acontecimientos nombrados en primer término, diversas<br />
secciones provenientes de la historia bíblica o de la historia<br />
universal. Inspirándose en la historiografía romana, que consideraba<br />
la fundación de su ciudad como el hito decisivo para<br />
la división de la historia, la Revolución Francesa erigió su propio<br />
comienzo como el principio de una nueva forma de contar<br />
el tiempo. En el presente la imitan en este aspecto aquellos<br />
gobiernos que pretenden subrayar el significado radical de su<br />
acceso al poder.<br />
Pero la mera entrada en funciones de un régimen político no<br />
ofrece asidero suficiente a esa estructuración valedera de la<br />
historia, cuya necesidad se experimenta hoy. La razón de ello<br />
es que, como ocurre en los casos modernos, el régimen político<br />
trae consigo ciertamente una reforma de todo el aparato de gobierno,<br />
pero aspira más a afianzar que a revolucionar las formas<br />
básicas de la vida social, ante todo las formas económicas,<br />
la división en grupos sociales, las relaciones de propiedad, las<br />
categorías fundamentales en lo nacional y religioso. Mientras<br />
que la tripartición tradicional correspondía al estado del conocimiento<br />
y a la orientación de los intereses propios de los siglos<br />
XVIII y XIX, tal como la periodización eclesiástica mencionada<br />
respondía a la forma de pensar esencialmente religiosa de la<br />
Edad Media, las delimitaciones puramente políticas —así como<br />
también una serie de modernos ensayos teóricos realizados<br />
por los historiadores para dividir la historia universal— *<br />
llevan en sí mismos, no solo la marca necesaria de un interés<br />
también históricamente condicionado, sino incluso el sello de<br />
la superficialidad.<br />
La crítica científica a las divisiones existentes y la atención creciente<br />
que recibe este problema se originan en la opinión cada<br />
vez más afianzada de que la historia de toda la humanidad —o<br />
por lo menos de los grandes grupos de pueblos de Europa,<br />
junto con ciertas partes de Asia, Africa y por fin de América—<br />
no constituye, para una investigación profunda, una serie caótica<br />
y desarticulada de acontecimientos, sino una unidad estructurada<br />
en sí misma. Según esto, las épocas no representan, por<br />
lo tanto, meras sumas de acontecimientos cuyo inicio y final<br />
puedan fijarse arbitrariamente, sino que se destacan unas de<br />
3 Cf., por ejemplo, K. Breysig, Der Stufenbau und die Gesetze der<br />
Weltgeschichte (La estructura gradual de la historia universal y sus<br />
leyes), Stuttgart y Berlín, 1905.<br />
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