DIALOGOS EN LA MORGUE

para la acción. Es imperativo tener paciencia, paciencia siempre
renovada, pues el tiempo exige su propio tiempo y como no tiene
apuros ni deseos, se comporta con impertérrita indiferencia
con relación a la ansiedad de los mortales. Dicen que un hombre
admira en otros lo que él, por sí, no tiene. Yo admiro la paciencia;
pero no cualquier paciencia, sino la paciencia activa. Esa especie
de manto de terciopelo negriazul que parece suavizarlo
todo: desde la indiferencia del tiempo hasta las urgencias más
combativas del ser. La paciencia activa reposa, como si su razón
de ser fuera el reposar, pero, reposa con un propósito, al que
tiene por seguro y por digno. Nunca debe confundirse la paciencia
activa con la mansedumbre o la resignación, que es lepra
que llevan los frailes con respecto a la humanidad, no necesariamente
para con ellos mismos. La paciencia activa es una virtud
que muy pocos tienen. Claro está que también es una objetivación
de la astucia, de aquel privilegio de los mediocres, de
quienes no han recibido del destino la fuerza de la genialidad
(se yergue con la firmeza de un miembro de la guardia del palacio
real)
–Esa distinción entre paciencia como mansedumbre y resignación,
por una parte, y paciencia activa por la otra, nos parece
muy importante y muy útil (otro pequeño silencio ocupa el espacio
dejado por el tiempo) Sin embargo, cuando hablamos de la
paciencia como una forma de expresar la mansedumbre, no es
posible dejar de tomar en cuenta a los rebeldes, precisamente
a todos aquellos cuya capacidad para la paciencia es mucho más
limitada que la de los demás. ¿Tenéis algún comentario sobre
estos individuos? ¿Cómo debe comportarse un ejecutivo como
vos en los enfrentamientos con estos hombres?
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