DIALOGOS EN LA MORGUE

La sospecha se hizo un conjunto de mil barrenas que le taladraban
el cerebro, las orejas, las amígdalas, el apéndice y el paladar
Pateó la puerta …
Metió la puerta de un gran cabezazo
–…me pregunto a qué hora le da el ataque; porque para un caso
así, el ataque tiene que ser fulminante
Salió. Revisó cada habitación del departamento: comedor, living,
dormitorio propio, baño propio y ajeno. La sospecha se
metamorfoseaba; se volvía certidumbre. Los taladros martirizadores
eran eléctricos. Volvió a revisar. Pensó que tal vez se
había equivocado de departamento. Llamó a las puertas de todos
los demás. Los vecinos lo vieron entrar como ráfagas repetidas.
Subió las gradas con agilidad de bombero. Tornó a bajarlas
como amante al escape. Salió a la calle, trepó por las ventanas,
arremetió contra las paredes, se clavó de cabeza en el
suelo… vino la policía, se llamó a un psiquiatra y la calma volvió al
manzano…
El informe del siquiatra, al dictaminar que Mr. White podía volver
sin problemas a su país, explicó que el subconsciente, en celosa
defensa de la integridad emocional y mental de su persona,
se había superpuesto al consciente por medio de una amnesia
parcial. Mr. White nunca había salido de su país; no existía esta
parte del continente; nunca hubo negocio; no había habido maleta
billetera y, por sobre todas las cosas, jamás de los jamases
Juanita había existido ni habría de existir en su memoria
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