DIALOGOS EN LA MORGUE

intuyeron, aumentaba mis frustraciones (las palabras parecen
ser arrastradas por la forma y el tono con que las iba pronunciando)
así pasaron dos años; dos años de vacío y de soledad
constantes…uno de esos días me trajo un anuncio: iríamos a radicar
por algún tiempo a Madrid, pues lo habían elegido para
llevar adelante una aventura empresarial de quilates incalculables
–esto ha debido ser una buena noticia para vos, señora
–…sin duda; por lo menos venía a romper la monotonía diaria…así,
sin más preámbulos fuimos y nos instalamos en una casa
que era una especie de castillo restaurado de algún descendiente
de algún Felipe…la ciudad era hermosa; al comienzo tuvimos
tiempo de visitar juntos algunos lugares, pero continuaba
en mí esa especie de melancolía que no me permitía disfrutar
del todo…un buen día me anunció que debía irse de viaje y, lo
que era peor, que los viajes menudearían, puesto que debía
comprar empresas en diferentes países del mundo, adscribirlas
a otras más grandes o, a través de un proceso de reingeniería
industrial, aumentar su productividad y venderlas a un precio
mucho mayor (pálpitos de tristeza se proyectan en todo su ser,
con pequeños temblores fríos y casi imperceptibles) usualmente
pasaban meses enteros antes de que lo volviera a ver
–nos imaginamos que vuestra soledad ha debido ser muy grande
señora y que eso aumentaba aún más vuestra ya inmensa melancolía
–…la aumentaba progresivamente…a la vuelta de uno de esos
viajes, le pregunté si podía invitar a mi amiga para que pasara
algún tiempo conmigo (observen que me sentía en la obligación
de pedir permiso, incluso para una cosa tan ajena a su radio de
acción) así no me sentiría tan sola; dijo que no había problema,
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