DIALOGOS EN LA MORGUE

–¿…?
–quedó inmovilizado, aunque sus ojos parecieron latir a la velocidad
del deseo multiplicado… creo que si alguien le hubiera dicho
que las acciones de la Corporación habían triplicado su valor,
su asombro no habría sido más auténtico… pero se repuso y
reaccionó como sólo él podía haberlo hecho
–¿…?
–dejó de tocarme, me miró con una profundidad que no pretendía
leer sino transmitir y con una emoción visible hasta en la
cola de los cometas, me pidió que fuera su esposa… la escena
habría parecido inspirada para cualquier representante del expresionismo
abstracto (eso también lo aprendí después) ahí estaba
él, tieso y tembloroso, con los ojos convertidos en dos
prismas en movimiento; y estaba yo, encandilada hasta la ceguera,
a punto de ser desabrochada, desprovista de mi estado
civil, pronta a ser desvirgada y, así, en trance de sentir el peso
de un hombre sobre mí… porque debo decir que me gustó el
modo cómo se habían presentado las cosas y el momento que
escogió para pedirme que me casara con él; comprometida la
virginidad, ahora debía comprometer mi palabra y con todo el
arco iris del cosmos rutilando a mi alrededor, le dije que sí; que
me gustaría ser su esposa
(Las pitonisas de la morgue la miraron con un nuevo resplandor
que empezó a nimbarlas, tal el intencionado reconocimiento a
quien, a su juicio, había demostrado ser una verdadera mujer,
después de todo)
la noche me trajo la nueva sensación, aunque no pude enhebrar
bien el ritmo del jadeo que se estrellaba en mi cuello con arre-
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