DIALOGOS EN LA MORGUE

de juntar en una neurona toda la potencia de los cosmos para
descargarla con toda la violencia de un alma atormentada… tomé
cualquier calle y desemboqué en cualquier camino para llegar
a cualquier parte… viví de raíces y del agua de la lluvia… dormí
bajo los árboles, sobre los bancos o en la orilla del asfalto… fui
cadáver que andaba, cuerpo que se movía, alma en busca de un
alma… fue entonces que sentí que la muerte había escuchado mi
voz y que vino a mí, mas no para mostrarme mi fosa, sino para
mitigar mi dolor con una benévola locura
−¿…?
−la imagen de Jennifer, holograma fúlgido, tomó forma y cuerpo
a mi lado y empezó a acompañarme… recorrimos juntos la
dimensión de la locura… hablamos, comentamos, miramos juntos
las ventanas de las casas y escuchamos juntos el punteo de la
lluvia sobre las hojas… veíamos un árbol y descubríamos que no
era sólo un símbolo lo que los ojos mostraban a las retinas, sino
que era el árbol mismo el que veíamos, el árbol completo, sus
raíces, sus hojas, su tronco, sus ramas, su savia… lo percibimos
en toda su calidad y su condición de árbol… descubrimos cada
célula de cada hojita y cada célula de cada tallo… vimos, con los
ojos cerrados, la interacción de todo aquello que conformaba el
árbol y la interacción del árbol con todo lo que lo rodeaba…vimos
“el árbol en sí”… tal como lo habría querido Kant, tal
como lo había intuido Platón…mi razón se hizo incandescente,
mientras que Jennifer me lo mostraba con el ademán lánguido y
suave que tanto había seducido mi adoración… volvimos a nuestro
departamento y vivimos allí por mucho tiempo… a veces salíamos
y la gente se detenía a escucharnos hablar y comentar y
reír y expresar nuestro embeleso por haber encontrado en la
locura lo que la razón nos había negado… no le importaba ni mi
334