DIALOGOS EN LA MORGUE

–…por dos cosas: las reglas de la corporación no permitían que
dos de sus empleados fueran familiares, mucho menos, marido y
mujer y porque él consideraba que el papel de la esposa era el
de estar en el hogar y, el rol del marido, el de proveer el sustento
y la seguridad física de ese hogar…en realidad no había
nada nuevo para mí en ese sentido, puesto que había sido criada
en un hogar de esas características y, al mismo tiempo, siempre
quise ser una esposa con un marido, dos niños, un perrito y una
tortuga para objetivar en ellos mi amor de mujer feliz y realizada…los
compañeros de oficina me dieron una fiesta de despedida
en la que cantamos y bailamos; los ejecutivos nos dieron
otra más convencional… finalmente me encontré entrando en la
iglesia con un vestido que se prolongaba en una cola inmensa, un
velo que me dificultaba mirar y un bouquet en las manos, para
luego salir en medio de fanfarrias de una banda, lluvia de arroz
por todas partes y voces deseándonos felicidad eterna…la luna
de miel nos destinó a una isla llena de azul, de verde y de arena
blanca
–¿…?
–…no llegaba a percibir bien lo que sucedía ni a disfrutar con
la intensidad que era de esperarse; toda esa sucesión de cosas
extraordinarias me parecía ajena, y me hacía ver a mí misma
como una in-trusa extraña…yo misma me reprochaba por no
sentir con mayor intensidad la felicidad que todo eso debía depararme;
pero, por más esfuerzos que realizara, no podía reemplazar
con el gozo la sensación de extrañamiento que se había
adueñado de mí…no sé qué faltaba o qué sobraba, sólo sé
que una sensación de constante melancolía cubría todos mis deseos
de gozar de lo que realmente era digno de ser gozado
–¿…?
133