DIALOGOS EN LA MORGUE

(Su parada es una mezcla de arrogancia legítima, de altanería
natural que se resuelve sin recelo en la atmósfera prendida)
─no quiero aparecer altanero, aunque parece que soy altanero
por naturaleza, pero debo hacerles saber que mi cociente
intelectual siempre ha sido muy superior al promedio. Lo digo
sin presunción; más aún, alego que la modestia es para los harapos
y que la soberbia es para la estupidez, pero que hay una
gama completa de grados de dignidad en el medio
no dejáis una impresión desleal a la admiración que ya has
despertado en nosotros; al contrario, el acto de compartir
nuestros afectos con los vuestros, ya parece ser una constante
en nuestro diálogo. En efecto, creemos con vos que nada es tan
soberbio y procaz como la falsa modestia
tenía mucha facilidad para aprender, para aprehender, para
entender, captar, comprender. Podía llegar a deducir muchos
principios de la ciencia con sólo conocer las premisas planteadas.
Pero esta vez quise ser verdaderamente genial. Con ese
deseo es que decidí aprenderme de memoria todos y cada uno
de los conceptos encerrados en cualquier libro que fuera fundamental
para mi profesión. Con la determinación de obligarme
a mí mismo al cumplimiento de esta dura faena, establecí una
regla que he mantenido tanto durante mi vida de universitario
como en la de profesional: leería con tal dedicación y con tal
concentración, que cada hoja leída sería arrancada del libro y
arrojada al cesto de basura; así estaría seguro de que mi comprensión
de la idea quedaría para siempre en mi conciencia, debidamente
archivada en mi memoria y lista para interactuar en
cualquier momento con cualesquiera de las demás
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