DIALOGOS EN LA MORGUE

−lo que tú quieres decirnos es que el cenicero quedará como
una prueba más de la increíble estupidez de la especie humana,
cuando no había evolucionado aún ni biológica ni históricamente
−exacto; (Alejandro dio una mirada a los fumadores y, con
abierta intención dijo) desgraciadamente nosotros no estaremos
para describirles a los visitadores de esos museos, con pelos
y señales, la forma que tenían esos mutantes subhumanos,
que al fumar en público no sólo fumaban con sus pulmones, sino
también con los pulmones de los circunstantes, quienes teníamos
que soportarlos como se soporta un día de lluvia en invierno
(algunos de los fumadores apagaron inmediatamente sus cigarrillos,
pero todos ellos estuvieron fumando otra vez a los diez
minutos)
−…en ese momento una de las feministas empezó a hablar con un
todo que de inmediato aprisionó nuestra atención…tal la
estupidez que existe en el macho-hombre que pretende la
propiedad del cuerpo y del alma de quien considera su hembra. Si
me permitís, yo quiero contaros algo que surgió no sé de donde,
pero que vino a mí como la voz de una mujer que transmite un
secreto pícaro a otra mujer
−Adelante, adelante, que veo en el relato motivo redoblado de
brindis
−Tal vez la sabiduría popular sea la única sabiduría. No sabe
exactamente por qué sabe, que en razón de cuentas, es el mejor
modo de saber. O el único. Los académicos parecen estar siempre
majaretas. El hecho es que en algún lugar dentro de otro, un buen
vecino de un pueblo glácil y dulzón, se objetivó completamente
gracias a una enajenación de su subjetividad. Esa objetivación
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