DIALOGOS EN LA MORGUE

que conduce a una puerta entreabierta; él me toma de la mano y
me tira hacia la puerta que ahora se abre y se cierra detrás
nuestro; estamos en un cuarto pequeño, casi vacío, con una pequeña
ventana hacia el salón de baile, a través de la cual veo a
mi marido que continúa bailando…me apoya en una de las paredes,
se aproxima y siento sus labios y una brisa que el desierto
de la mañana parece lanzar a mi cuello; sus manos recorren mis
brazos desnudos, una y otra vez, mientras su boca ha alcanzado
la mía; no quiero abrir los labios, pero hay una leve presión que
es muy fuerte en su levedad misma y comprendo que la primera
penetración ha roto el misterio de mi boca; ahora sus manos
tocan mis pechos, en una caricia que es también dulce tormento
por que no se resuelve de una sola vez, sino que despierta
una a una las fibras dormidas que ahora quieren más de un solo
golpe; es entonces que empiezo a llamar a mi marido: ven; ven,
¿no ves que me besan y que con ello, han descubierto la clave
que abre el sello de mi corpiño?...ven, ven, que sus manos aprisionan
mis muslos, esculpidos ahora en jade, por los que resbala,
con roce de seda y de niebla, el último baluarte de mi recato…ven,
ven que sus manos están en mi entrepierna todavía cerrada
pero convertida en vertedero de urgencias nunca sentidas…ven,
ven, que sus dedos se abren entre mis piernas con una
fuerza que no viola y una energía que no lastima, obligando a
que yo las abra aún más ven, ven, que ahora se arrodilla ante mí
y su lengua explora, mientras que mis manos sostienen, crispadas,
el vestido…ven, ven, que su lengua ha pulsado la cuerda íntima
y empieza a tañerla con el ritmo repetido de un ansia que
sigue a otra, de un placer que exige el siguiente ven, ven, que su
lengua ha ingresado en mí y busca, con intención decidida,
traerme la locura reiterada…ven, ven, que ahora se levanta y,
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