DIALOGOS EN LA MORGUE

─…no podría asistir a un parto, porque me moriría de horror
y de asco al comprobar que el lugar del cuerpo femenino donde
tenemos el máximo gozo, es también algo así como una tumba
del que se expulsa un feto tatuado de flemas y de sangre. No,
no podría ser médico
(La imagen del médico de provincia, de aquél que cura el cuerpo
y es amigo de los vecinos, del que escucha todos los síntomas,
del que pregunta por la familia del enfermo, del que recibe gallinas
como honorarios, pareció pasar a la historia en una marcha
que la tecnología y la competencia hacían forzada)
─¿la ingeniería?
─la ingeniería me gustaba mucho, en cualquiera de sus especialidades.
Siempre fui muy bueno en matemáticas y sentía una
placentera atracción por ver una obra que cobraba vida a medida
que la idea se objetivaba en los planos y éstos, en la realidad
(sus manos construyen la idea que nace en la visión anticipada)
¡Eso si es crear de verdad: tener una represa en la cabeza y
verla luego descolgándose por sus cascadas!. Recordemos que
las Pirámides estuvieron en la una neurita antes de asentar su
majestad en las arenas y asombrar a los hombres por más de
cuatro mil años. Pero no tengo ningún afecto a las actividades
de campo: mi hábitat es una oficina
(Se evoca las grandes construcciones, las maravillas del mundo,
las inmensas represas, cristales de agua que se resolvían en
burbujas de colores a lo largo de las caídas inclinadas; los subterráneos
y los espectaculares caminos; edificios que respira-
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