DIALOGOS EN LA MORGUE

−…sólo repetía lo que la historia le mostraba, es decir, la inmadurez
del ser, debido a su incipiente evolución como especie
(había empezado a leer con fruición, desde que conociera a Alejandro)
−cuarenta años después de Nietzsche, los hornos crematorios,
testigos de otros tantos, de la barbarie humana, relataron al
mundo el holocausto de seis millones de judíos, que pagaron con
sus cenizas palpitantes la concepción del bárbaro hecho hombre.
Los campos de concentración y la arbitrariedad en todas
sus formas diseñaron la rúbrica que dejó estampada el famoso
Superhombre nietzscheano y su terrible Voluntad de Poder
−por esas ironías de la vida, las que fueron víctimas de tan terrible
arrebato, ahora son verdugos que no permiten que otros
puedan ser bajo el lugar que el sol los ha cobijado, por milenios,
en la historia
−al evocar estas dubitaciones del espíritu humano, todavía con
evolución incipiente, ondas azules hacen que mi percepción se
vuelva sentimiento para obligarme a dejar constancia de la gran
diferencia que hay entre la jerarquía de la bestialidad arbitraria
del ser desarraigado, por una parte, y la jerarquía, tal como
la entendemos que la entiende el Ser
−la primera es la costra espantosa con que los harapos cubren
el alma; prueba irrefutable del arduo camino que, como hombres,
todavía nos toca recorrer en busca del advenimiento del
Ser
−la segunda, la jerarquía sin subordinación, se expresa en el
deber que tienen los que saben, de guiar a los que no saben, por
la senda de la perfección individual y grupal, en la senda amplísima
de la tolerancia y de la solidaridad
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