DIALOGOS EN LA MORGUE

sólo tengo esta centésima de segundo para testimoniar que estoy
viva, que estuve viva; ¿qué hago estando viva y que hacía
estando viva en los días que transcurrían, sin que ninguno se
preocupara de averiguar cómo era la vida y cómo era el no estar
muerta?...quiero la vida mientras pueda tenerla, pero no deseo
verla pasar delante de mí, como si en su paso me ignorara,
marginara y dejara en la orilla de alguna acera… quiero que la
vida me lleve por delante, o que me arrastre tras de sí; ¡mejor!
quiero la vida a través de mí; quiero la caricia de la hoguera;
quiero ser rosa de volcán y no de rosal, quiero sentir mi voz en
su aliento, mi cuerpo en sus manos, mi alma en su beso; quiero
un minuto, un solo minuto de intensidad, un soplo de vértigo que
me empuje a un vacío lleno…tengo un sueño de amor: ser el
amor definitivo, perfecto y permanente del sueño de alguien,
de “mi alguien”, del que sea para mí y del que yo sea sólo para
él…¡cómo surge el sentido de propiedad cuando el amor se anuncia!;
el amor, el más grande de todos los desprendimientos, exige
la propiedad, la única, la pertenencia exclusiva, yo lo creí
más benigno, más generoso, pero no; es exigente y avaro; yo no
me pertenezco, soy de aquél que me pertenece; él no debe pertenecerse,
es mío porque yo soy de él…¿no es extraño? quiero
ser y no puedo ser si no soy en alguien, en él…quiero que él sea,
pero no quiero que sea en él, sino en mí…ese es mi sueño de
amor…las teclas hacen minués en el piso, las notas bailan sobre
las teclas…las teclas…las teclas…el teclado me llama, es el emisario
de mi ventura y de mi deseo de saber si me pertenezco en
mi soledad o si ya soy de alguien, de “mi alguien” a quien tal vez
he quitado la suya…venga, que venga el teclado… no, más bien yo
voy… Balkan
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