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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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otras mujeres..., es <strong>de</strong>cir <strong>los</strong> otros hombres removiendo unos bagajes y les pidió algo que<br />

el<strong>los</strong> le dieron. Entonces volvió hacia mí y puso <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos lo que le habían<br />

dado. Junto a la sorpresa que la vista <strong>de</strong> aquello me causó, se <strong>de</strong>svanecieron <strong>de</strong> súbito<br />

todas las <strong>de</strong>más sorpresas que me había reparado ese horrible día: era un retrato mío. <strong>El</strong><br />

hecho <strong>de</strong> que semejante retrato se hallara en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> granujas bastaba para<br />

producir una leve sorpresa, pero nada más.<br />

» Sin embargo, la sorpresa que yo experimentaba, no era nada leve. <strong>El</strong> parecido era<br />

verda<strong>de</strong>ramente notable, y en su obtención parecían haberse utilizado todos <strong>los</strong> recursos<br />

<strong>de</strong>l estudio fotográfico convencional. Yo aparecía retratado con la cabeza apoyada en la<br />

mano, y el fondo <strong>de</strong> la fotografía lo constituía un panorama <strong>de</strong> árboles. Era evi<strong>de</strong>nte que<br />

no se trataba <strong>de</strong> una instantánea. Era notorio que yo había tenido que posar ante el<br />

retratista. Y la verdad era que yo no había posado nunca para semejante retrato. Era,<br />

pues, un retrato que a mí no se me había hecho nunca. Lo examiné fijamente una y otra<br />

vez. Me parecía que estaba bastante retocado. Se hallaba instalado en un marco con su<br />

correspondiente cristal, y éste enturbiaba algunos <strong>de</strong>talles. Pero no cabía la menor duda<br />

<strong>de</strong> que allí estaba mi cara, con mis ojos, mi nariz y mi boca, mi cabeza y mi mano, en la<br />

actitud y la expresión requerida por un retratista profesional. ¡Y sin embargo yo no había<br />

posado nunca así para ningún retratista!<br />

» -¡Atienda al prodigioso milagro! -dijo el hombre <strong>de</strong>l revólver con inoportuno<br />

humorismo-. ¡Sacerdote, dispóngase a reunirse con su Dios!<br />

» Y, diciendo esto, apartó el cristal <strong>de</strong>l retrato. Al ser retirado el cristal observé que parte<br />

<strong>de</strong>l retrato estaba pintado con óxido <strong>de</strong> cinc, en particular un par <strong>de</strong> patillas blancas y un<br />

cuello <strong>de</strong> clérigo blanco. Debajo aparecía retratada una anciana, vestida con un severo<br />

traje negro, y con una mano apoyada en la otra, y su efigie resaltaba sobre el paisaje <strong>de</strong><br />

fondo. La anciana señora se parecía a mí como una gota <strong>de</strong> agua a otra. Habían bastado<br />

las patillas y el cuello para que se me pareciera en todo.<br />

» -¿Tiene gracia, verdad? -dijo el llamado Harry, volviendo a introducir el cristal en su<br />

sitio-. ¡Chocante parecido, señor cura! Grato para la señora, grato para usted y, sobre<br />

todo, grato para nosotros, porque seguramente nos permitirá dar un buen golpe. Usted<br />

conoce al coronel Hawker, ese hombre que ha venido a vivir a la comarca, ¿verdad?<br />

» Yo asentí con la cabeza.<br />

» -Pues bien -dijo el llamado Harry, señalando el cuadro-, ésta es su madre. Ésta, la buena<br />

señora que siempre le ha mimado.<br />

» Y con un amplio gesto señaló el retrato <strong>de</strong> la anciana mujer, que tanto se parecía a mí.<br />

» -Vamos a <strong>de</strong>cirle al viejo lo que tiene que hacer y acabemos <strong>de</strong> una vez -dijo Bill <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la puerta-. Mire, reverendo Shorter, no vamos a hacerle ningún daño. Si quiere, incluso le<br />

daremos una libra por la molestia. En cuanto al vestido <strong>de</strong> la vieja, ¡ya verá usted qué<br />

bien le sienta!<br />

» -No te das mucha maña para explicar las cosas, Bill -dijo el que estaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí-.<br />

Señor Shorter, se trata <strong>de</strong> lo siguiente: esta noche vamos a ir a ver al coronel Hawker.<br />

Pue<strong>de</strong> ocurrimos que al vernos se le suba el vino a la cabeza y le dé por besarnos a todos.<br />

También pue<strong>de</strong> ocurrir que no. Es posible que cuando nos marchemos él esté muerto. Es<br />

posible que no. Pero el caso es que vamos a ir a verle. Ahora bien, como usted sabe, ese<br />

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