El club de los negocios raros - Chesterton
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
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-No po<strong>de</strong>mos abandonar al pobre Basil -dije-. ¿No pue<strong>de</strong> usted llamarle o cogerle por una<br />
pierna?<br />
-Está ya muy arriba -contestó Rupert-. Casi está en la copa <strong>de</strong> esta monstruosidad.<br />
Supongo que estará buscando al teniente Keith en <strong>los</strong> nidos <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuervos.<br />
En aquel<strong>los</strong> momentos también nosotros habíamos avanzado bastante en nuestra<br />
expedición vertical. Los corpulentos troncos comenzaban a balancearse y a estremecerse<br />
ligeramente bajo el influjo <strong>de</strong>l viento. De pronto miré hacia abajo y observé algo que me<br />
convenció <strong>de</strong> que nos hallábamos lejos <strong>de</strong>l mundo en un sentido, y en tal medida, que<br />
resulta difícil <strong>de</strong>scribir. Observé que las líneas paralelas que formaban <strong>los</strong> dos altísimos<br />
olmos se estrechaban un poco en perspectiva hacia abajo. Yo estaba acostumbrado a<br />
observar este fenómeno mirando hacia el cielo, pero advertirlo al mirar hacia la tierra me<br />
hizo sentirme perdido en el espacio, como una estrella errante.<br />
-¿No pue<strong>de</strong> hacerse nada por <strong>de</strong>tener a Basil? -exclamé.<br />
-No -contestó mi compañero <strong>de</strong> fatigas-. Está muy arriba. Estará llegando a la copa, y<br />
cuando no encuentre nada más que hojas y viento pue<strong>de</strong> que vuelva en sus cabales.<br />
¡Escuche usted! ¡Se le oye hablar solo!<br />
-Quizá nos hable a nosotros -dije yo.<br />
-No -dijo Rupert-, habría gritado. Hasta ahora nunca le había oído hablar solo. Temo que<br />
esta noche esté mal <strong>de</strong> verdad. Ésa es una señal inequívoca <strong>de</strong> <strong>de</strong>sequilibrio mental.<br />
-Sí -dije yo tristemente, prestando atención.<br />
En efecto, la voz <strong>de</strong> Basil sonaba por encima <strong>de</strong> nuestras cabezas, y no por cierto con la<br />
entonación jovial y alborotadora con que nos había llamado anteriormente. Hablaba<br />
sosegadamente y riéndose <strong>de</strong> vez en cuando, allá arriba, entre las hojas y las estrellas.<br />
Después <strong>de</strong> un breve silencio, interrumpido tan sólo por aquel murmullo, Rupert Grant<br />
exclamó <strong>de</strong> repente, con voz violenta:<br />
-¡Dios mío!<br />
-¿Qué ocurre...? ¿Se ha hecho usted daño? -exclamé alarmado.<br />
-No. Escuche a Basil -dijo el otro con voz muy extraña-. No está hablando solo.<br />
-Entonces es que nos habla a nosotros -contesté.<br />
-No -dijo Rupert simplemente-. Está hablando a alguna otra persona.<br />
Una brusca ráfaga agitó a nuestro alre<strong>de</strong>dor las ramas repletas <strong>de</strong> hojas, pero cuando el<br />
ruido se extinguió pu<strong>de</strong> oír aún sobre nosotros el rumor <strong>de</strong> una conversación. Se oían dos<br />
voces.<br />
De pronto llegó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba la voz <strong>de</strong> Basil, que gritaba con el mismo tono alborozado<br />
<strong>de</strong> antes:<br />
-¡Vamos, hombre! ¡Subid! Aquí está el teniente Keith.<br />
Y un segundo <strong>de</strong>spués se oyó la voz <strong>de</strong> acento americano que habíamos oído en nuestras<br />
habitaciones más <strong>de</strong> una vez y que <strong>de</strong>cía:<br />
-Encantado <strong>de</strong> verles, señores. Hagan el favor <strong>de</strong> entrar.<br />
A través <strong>de</strong> un orificio abierto en una monstruosa cosa <strong>de</strong> forma ovalada y color oscuro<br />
que colgaba <strong>de</strong> las ramas como un nido <strong>de</strong> avispas, se veía asomar el pálido semblante y<br />
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