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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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tono <strong>de</strong>sabrido-. Supongo que habré <strong>de</strong>sfallecido un poco, y al per<strong>de</strong>r la serenidad me<br />

habré puesto a hablar sola. Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, tengo sentido <strong>de</strong>l honor.<br />

-¿Sentido <strong>de</strong>l honor? -repitió Rupert, en cuyo semblante se extinguió el último viso <strong>de</strong><br />

inteligencia, convirtiéndose en el rostro <strong>de</strong> un idiota <strong>de</strong> ojos <strong>de</strong>sencajados.<br />

Con paso vacilante se dirigió hacia la puerta, y yo le seguí. Pero vencido todavía por<br />

escrúpu<strong>los</strong> <strong>de</strong> conciencia y por la curiosidad, me volví una vez más hacia la mujer.<br />

-¿No po<strong>de</strong>mos hacer nada por usted, señora? -dije <strong>de</strong>sesperadamente.<br />

-Miren -dijo la mujer-, si quieren uste<strong>de</strong>s hacerme un pequeño favor, <strong>de</strong>saten a <strong>los</strong><br />

señores <strong>de</strong> arriba.<br />

Rupert se precipitó escaleras arriba haciendo crujir <strong>los</strong> escalones con su impetuosidad.<br />

Las palabras se le salían <strong>de</strong> la boca cuando llegó tambaleándose a la puerta <strong>de</strong> la<br />

habitación en que había tenido lugar la batalla.<br />

-Teóricamente hablando, eso es indudablemente cierto -estaba diciendo el señor Burrows,<br />

que continuaba tendido <strong>de</strong> espaldas y discutiendo animadamente con Basil-, pero<br />

<strong>de</strong>bemos consi<strong>de</strong>rar la materia tal como se nos aparece a nuestros sentidos. <strong>El</strong> origen <strong>de</strong><br />

la moralidad...<br />

-¡Basil! -exclamó Rupert ja<strong>de</strong>ando-. ¡No quiere salir!<br />

-¿Quién no quiere salir? -preguntó Basil algo contrariado por la interrupción.<br />

-La señora <strong>de</strong> abajo -contestó Rupert-. La señora que estaba encerrada. No quiere salir. Y<br />

dice que lo único que quiere es que soltemos a estos señores.<br />

-Es una buena y sensata i<strong>de</strong>a -exclamó Basil, que <strong>de</strong> un salto se instaló <strong>de</strong> nuevo sobre el<br />

postrado Burrows y se puso a <strong>de</strong>satarle con las manos y <strong>los</strong> dientes.<br />

-Es una i<strong>de</strong>a brillante. Swinburne, <strong>de</strong>sate al señor Greenwood.<br />

Con gesto aturdido y mecánico <strong>de</strong>saté al hombrecillo <strong>de</strong> la chaqueta púrpura, el cual no<br />

parecía consi<strong>de</strong>rar ninguno <strong>de</strong> nuestros actos como sensatos ni brillantes. <strong>El</strong> gigantesco<br />

Burrows, al contrario, se retorcía <strong>de</strong> risa.<br />

-Bueno -dijo Basil con toda su jovialidad-, me parece que ya <strong>de</strong>bemos marcharnos.<br />

Hemos pasado la velada magníficamente, y sin nada <strong>de</strong> ceremonias. Casi podría <strong>de</strong>cir que<br />

hemos estado como en nuestra casa. ¡Buenas noches! Muchísimas gracias. Vamos,<br />

Rupert.<br />

-¡Basil! -dijo Rupert <strong>de</strong>sesperadamente-. ¡Por amor <strong>de</strong> Dios, ven a ver lo que pue<strong>de</strong>s<br />

hacer por la mujer que está abajo! No acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sechar esa preocupación <strong>de</strong> mi espíritu.<br />

Reconozco que nos hemos equivocado, pero tal vez a estos señores no les importe...<br />

-No, no -exclamó Burrows con un regocijo Rabelesiano-. No, no. Miren uste<strong>de</strong>s en la<br />

<strong>de</strong>spensa, señores. Examinen la carbonera. Registren las chimeneas. Por toda la casa hay<br />

cadáveres, se lo aseguro.<br />

Esta aventura estaba llamada a diferir, en un particular, <strong>de</strong> las otras que he narrado. Yo<br />

había pasado muchos días fantásticos con Basil Grant, días durante la mitad <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuales<br />

el sol y la luna parecían haberse vuelto locos, pero casi siempre había sucedido que al<br />

final <strong>de</strong>l día y <strong>de</strong> su aventura las cosas se habían aclarado como el cielo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

lluvia, <strong>de</strong>scubriendo poco a poco su luminoso y plácido sentido. Pero las aventuras <strong>de</strong><br />

aquel día estaban llamadas a terminar en una confusión <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios. Antes <strong>de</strong> que<br />

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