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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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-Sin duda -contestó el inconmovible joven con expresión <strong>de</strong> esfinge.<br />

Al fin nos hallamos <strong>de</strong> nuevo en la calle, en la oscuridad <strong>de</strong> la noche azul, aturdidos y<br />

maltrechos, como si nos hubiéramos caído <strong>de</strong> una elevadísima torre.<br />

-Basil -dijo Rupert al cabo, con voz débil-. Siempre he creído que eras mi hermano. Pero,<br />

¿eres un hombre? Quiero <strong>de</strong>cir... que si no eres más que un hombre...<br />

-Por el momento -contestó Basil-, mi mera humanidad se patentiza por una <strong>de</strong> las pruebas<br />

más inequívocas: el hambre. Ya es tar<strong>de</strong> para ir al teatro, pero no lo es para el restaurante.<br />

¡Ahí viene el ómnibus ver<strong>de</strong>!<br />

Y antes <strong>de</strong> que pudiéramos contestarle había saltado al vehículo.<br />

Como ya he dicho anteriormente, varios meses <strong>de</strong>spués Rupert Grant entró <strong>de</strong> súbito en<br />

mi cuarto balanceando en la mano un maletín, con el aire <strong>de</strong> haber saltado la tapia <strong>de</strong>l<br />

jardín, y me suplicó que le acompañara a la última y más fantástica <strong>de</strong> sus expediciones.<br />

Se proponía, nada menos, que <strong>de</strong>scubrir el origen, las andanzas y el cuartel general <strong>de</strong> la<br />

causa <strong>de</strong> todas nuestras alegrías y pesares: el Club <strong>de</strong> <strong>los</strong> Negocios Raros. Mi historia se<br />

haría interminable si explicara minuciosamente cómo logramos dar por fin con la guarida<br />

<strong>de</strong> esa extraña entidad. La empresa llevó consigo un centenar <strong>de</strong> interesantes peripecias:<br />

tuvimos que seguir a uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> miembros, sobornar a un cochero, luchar con unos<br />

rufianes, levantar una <strong>los</strong>a <strong>de</strong>l suelo que nos reveló una cueva, <strong>de</strong>scubrir otra cueva<br />

<strong>de</strong>bajo, encontrar el pasadizo subterráneo y llegar al fin al Club <strong>de</strong> <strong>los</strong> Negocios Raros.<br />

He experimentado muy extrañas y diversas cosas en el transcurso <strong>de</strong> mi vida, pero jamás<br />

una más extraña que la que experimenté cuando salí <strong>de</strong> <strong>los</strong> tortuosos, oscuros y al parecer<br />

funestos subterráneos, al repentino esplendor <strong>de</strong> un comedor suntuoso y hospitalario,<br />

ro<strong>de</strong>ado casi por todas partes <strong>de</strong> rostros que conocía. Allí estaba el señor Montmorency,<br />

el Agente <strong>de</strong> Fincas Arbóreas, sentado entre <strong>los</strong> dos jóvenes vivarachos, <strong>los</strong> que hacían<br />

transitoriamente <strong>de</strong> vicarios, y ejercían <strong>de</strong> Retenedores Profesionales. Allí estaba P. G.<br />

Northover, fundador <strong>de</strong> la Agencia <strong>de</strong> Aventuras, e igualmente se encontraba allí el<br />

profesor Chadd, que había inventado el lenguaje <strong>de</strong> la danza.<br />

Cuando entramos, todos <strong>los</strong> miembros parecieron precipitarse a sus sillas, por lo cual el<br />

vacío <strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia se nos apareció <strong>de</strong> pronto como el hueco <strong>de</strong> un diente perdido.<br />

-No ha venido el presi<strong>de</strong>nte -dijo el señor P. G. Northover, volviéndose bruscamente<br />

hacia el profesor Chadd.<br />

-No... no... -dijo el filósofo con más vaguedad aún <strong>de</strong> la que le era característica-. No me<br />

imagino dón<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> estar.<br />

-¡Dios Mío! -exclamó el señor Montmorency-. Estoy un poco nervioso. Voy a ver. -Y se<br />

precipitó fuera <strong>de</strong> la estancia. Un instante <strong>de</strong>spués volvió corriendo presa <strong>de</strong> un tímido<br />

alborozo-. Ya está aquí, señores, ya está aquí. Enseguida viene -exclamó volviendo a<br />

sentarse.<br />

Rupert y yo no pudimos menos que preguntarnos quién podría ser el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

aquella hermandad <strong>de</strong> lunáticos. ¿Quién sería, nos <strong>de</strong>cíamos, el más lunático <strong>de</strong> aquel<br />

mundo <strong>de</strong> lunáticos? ¿Qué fantástico personaje sería aquel cuya sombra llenaba <strong>de</strong> tan<br />

leal expectación a aquel<strong>los</strong> fantásticos individuos?<br />

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