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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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perfectamente lícita. A<strong>de</strong>más, no hace el menor daño a nadie. No es más que una farsa<br />

social. Un resultado <strong>de</strong> nuestra compleja sociedad, señor Grant.<br />

-No le censuro a usted, amigo mío -repuso Basil fríamente-, pero necesito sus patillas. Y<br />

su calva. ¿Pertenecen acaso al capitán Fraser?<br />

-No -contestó Shorter echándose a reír-. Nos las procuramos nosotros. No pertenecen al<br />

capitán Fraser.<br />

-¿Qué diab<strong>los</strong> significa todo esto? -vociferé yo-. ¿Son uste<strong>de</strong>s víctimas <strong>de</strong> una pesadilla<br />

infernal? ¿Por qué la calva <strong>de</strong>l señor Shorter iba a pertenecer al capitán Fraser? ¿Cómo<br />

sería posible? ¿Qué diab<strong>los</strong> tiene que ver el capitán Fraser en este asunto? ¿Qué pinta él<br />

en esto? ¿No ha cenado usted con él, Basil?<br />

-No -contestó Grant-. Nada <strong>de</strong> eso.<br />

-¿No ha ido usted a la reunión <strong>de</strong> la señora Thornton? -exclamé atónito-. ¿Por qué?<br />

-Pues verá usted -dijo Basil con una breve y singular sonrisa-, porque se da el caso <strong>de</strong> que<br />

he sido entretenido por cierto visitante. Si he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir la verdad, lo tengo en mi<br />

dormitorio.<br />

-¿En su dormitorio? -exclamé, aunque mi imaginación había llegado a tal extremo que lo<br />

mismo me habría dado que dijera que lo tenía en la carbonera o en el bolsillo <strong>de</strong>l chaleco.<br />

Grant se dirigió a la puerta <strong>de</strong> una habitación interior, la abrió <strong>de</strong> par en par y <strong>de</strong>sapareció<br />

<strong>de</strong>ntro. Al poco rato volvió a salir con el último <strong>de</strong> <strong>los</strong> prodigios <strong>de</strong> aquella memorable<br />

noche. Cogido <strong>de</strong>l cuello, introdujo en la estancia con a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> disculpa a un clérigo<br />

inerte que tenía la cabeza calva, blancas patillas y una bufanda a cuadros.<br />

-Siéntense, señores -dijo Grant frotándose las manos-. Siéntense todos y tomen una copa<br />

<strong>de</strong> vino. Como usted ha dicho, no hay ningún mal en ello, y si el capitán Fraser me<br />

hubiera hecho simplemente la menor insinuación, podría haberse ahorrado una bonita<br />

suma. Claro que eso no les habría gustado a uste<strong>de</strong>s ¿eh? Los dos ilustres clérigos, que<br />

<strong>de</strong>gustaban su borgoña con la misma mueca, se echaron a reír francamente al oír esto, y<br />

uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> se <strong>de</strong>spojó con <strong>de</strong>senvoltura <strong>de</strong> las patillas y las <strong>de</strong>positó encima <strong>de</strong> la mesa.<br />

-Basil -dije yo-, si es usted mi amigo, socórrame. ¿Qué significa todo esto?<br />

Basil Grant se echó a reír <strong>de</strong> nuevo.<br />

-No es más que una nueva adición, amigo «Querubín», a nuestra famosa colección <strong>de</strong><br />

<strong>negocios</strong> <strong>raros</strong>. Estos dos señores, a cuya salud tengo el gusto <strong>de</strong> beber, son Retenedores<br />

Profesionales.<br />

-¿Y qué diab<strong>los</strong> es eso? -pregunté.<br />

-Es muy sencillo, señor Swinburne -comenzó el que se había hecho pasar por el<br />

Reverendo <strong>El</strong>lis Shorter, <strong>de</strong> Chuntsey, en Essex, produciéndome una emoción<br />

in<strong>de</strong>scriptible el ver que aquella figura pomposa y familiar, ya no hablaba con su voz<br />

familiar y pomposa, sino con la aguda entonación <strong>de</strong> un joven <strong>de</strong> la urbe-. En realidad, la<br />

cosa no tiene gran importancia. Nosotros nos ofrecemos para retener con nuestra<br />

conversación, sirviéndonos <strong>de</strong> un pretexto inofensivo, a personas <strong>de</strong> cuya presencia<br />

quieren librarse nuestros clientes por unas cuantas horas. Y el capitán Fraser... - y aquí<br />

titubeó y sonrió.<br />

Basil sonrió también e intervino:<br />

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