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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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consecuencia, nos hemos aventurado a venir a su rescate.<br />

La anciana señora <strong>de</strong>l rubicundo semblante y las cejas negras, se nos quedó mirando un<br />

instante con algo <strong>de</strong> la apoplética mirada <strong>de</strong> una cotorra. Después, exhalando un<br />

repentino suspiro <strong>de</strong> alivio, exclamó:<br />

-¿Mi rescate? ¿Dón<strong>de</strong> está el señor Greenwood? ¿Dón<strong>de</strong> está el señor Burrows? ¿Dice<br />

usted que me han liberado?<br />

-Sí, señora -contestó Rupert con radiante con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia-. Nos hemos entendido<br />

satisfactoriamente con <strong>los</strong> señores Greenwood y Burrows. Hemos llegado con el<strong>los</strong> a un<br />

acuerdo satisfactorio.<br />

La anciana señora se levantó <strong>de</strong> la silla y se acercó extrañada a nosotros.<br />

-¿Qué les han dicho uste<strong>de</strong>s? ¿Cómo les han persuadido? -preguntó.<br />

-Los hemos persuadido, querida señora -contestó Rupert riéndose- <strong>de</strong>rribándoles a<br />

puñetazos, y atándoles <strong>de</strong>spués-. Pero ¿qué es lo que suce<strong>de</strong>?<br />

Con gran sorpresa nuestra, la anciana señora retrocedió lentamente al sitio que ocupaba<br />

junto a la ventana.<br />

-¿Es verdad -preguntó como si fuera a fruncir el ceño- que han maltratado uste<strong>de</strong>s al<br />

señor Burrows y le han atado?<br />

-Así es -contestó Rupert con orgullo-. Les hemos hecho frente y hemos vencido.<br />

-¡Oh, gracias! -dijo la mujer volviendo a sentarse junto a la ventana.<br />

Reinó un largo silencio.<br />

-Tiene usted el camino completamente libre, señora -dijo Rupert con voz afable.<br />

La anciana se levantó, enarcando por un instante les negras cejas y nos apuntó con su<br />

cresta <strong>de</strong> plata.<br />

-Pero, ¿y Greenwood y Burrows? -exclamó-. ¿Qué dice usted que ha sido <strong>de</strong> el<strong>los</strong>?<br />

-Están tumbados arriba en el suelo -dijo Rupert riéndose-. Atados <strong>de</strong> pies y manos.<br />

-Bueno, eso resuelve las cosas -dijo la anciana señora volviendo a sentarse con cierta<br />

violencia-. Debo continuar don<strong>de</strong> estoy.<br />

Rupert se quedó <strong>de</strong>sconcertado.<br />

-¿Que va a continuar don<strong>de</strong> está? -exclamó-. ¿Por qué ha <strong>de</strong> seguir más tiempo aquí?<br />

¿Qué po<strong>de</strong>r pue<strong>de</strong> obligarle a seguir ahora en esta miserable celda?<br />

-La cuestión es, más bien-dijo con calma la anciana señora-, qué po<strong>de</strong>r pue<strong>de</strong> obligarme a<br />

marcharme a cualquier otro sitio.<br />

Rupert y yo nos quedamos mirándola aturdidos, y ella nos miró a nosotros con<br />

tranquilidad.<br />

-¿De verdad quiere usted <strong>de</strong>cir -dije yo al fin- que <strong>de</strong>sea que la <strong>de</strong>jemos aquí?<br />

-Supongo que no preten<strong>de</strong>rán uste<strong>de</strong>s atarme y sacarme <strong>de</strong> aquí a la fuerza -contestó ella-<br />

. Porque pue<strong>de</strong>n estar seguros <strong>de</strong> que <strong>de</strong> otra manera no me iré.<br />

-Pero, querida señora -exclamó Rupert en el colmo <strong>de</strong> la exasperación-, nosotros mismos<br />

la hemos oído lamentarse porque no podía salir <strong>de</strong> aquí.<br />

-Las personas indiscretas oyen a veces cosas que les confun<strong>de</strong>n -contestó la cautiva en<br />

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