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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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-¡Y para encontrarle -dijo- no se te ocurre nada más genial que ir al único lugar <strong>de</strong> la<br />

tierra en don<strong>de</strong> no pue<strong>de</strong> estar!<br />

<strong>El</strong> policía y yo no pudimos contener una carcajada <strong>de</strong> aprobación, y Rupert, que tenía<br />

también su elocuencia, se sintió animado para proseguir con enfáticos a<strong>de</strong>manes.<br />

-Pue<strong>de</strong> encontrarse en el palacio <strong>de</strong> Buckingham, pue<strong>de</strong> estar sentado a horcajadas en la<br />

cruz <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> San Pablo, pue<strong>de</strong> estar en la cárcel (que a mí me parece lo más<br />

probable), pue<strong>de</strong> estar en mi <strong>de</strong>spensa, pue<strong>de</strong> estar metido en tu armario, pero entre todos<br />

<strong>los</strong> innumerables puntos <strong>de</strong>l espacio, sólo hay uno en el que ha sido buscado<br />

sistemáticamente y en el que sabemos que no pue<strong>de</strong> encontrarse... ¿Y precisamente a ese<br />

sitio, si no te entiendo mal, es don<strong>de</strong> tú quieres que vayamos?<br />

-Exacto -dijo Basil con calma, poniéndose su amplio abrigo-. Yo creía que os interesaría<br />

acompañarme, pero si no queréis, podéis quedaros aquí hasta que vuelva.<br />

Está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la naturaleza humana seguir a las cosas que se nos escapan y estimarlas<br />

cuando realmente nos van a <strong>de</strong>jar. Todos, pues, seguimos a Basil, aunque no sabría <strong>de</strong>cir<br />

por qué, salvo que era una sombra que se nos escapaba, que <strong>de</strong>saparecía positivamente<br />

con su enorme abrigo y su bastón. Rupert corrió tras él haciendo un consi<strong>de</strong>rable<br />

<strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> sensatez.<br />

-Pero criatura -gritó-, ¿te parece verda<strong>de</strong>ramente sensato ir a ese ridículo paraje, en don<strong>de</strong><br />

no hay más que sendas perdidas y unos cuantos árboles contrahechos, simplemente<br />

porque ha sido el primer sitio que se le ocurrió a ese rufianesco teniente cuando se vio<br />

obligado a inventar unas señas fantásticas en un apuro?<br />

-Pues claro -dijo Basil sacando el reloj-. Lo malo es que hemos perdido el tren.<br />

Reflexionó un momento y añadió:<br />

-Pensándolo bien, creo que lo mismo dará que vayamos un poco más tar<strong>de</strong>. Yo tengo que<br />

escribir algo y me parece que tú me habías dicho, Rupert, que pensabas ir a la Dulwich<br />

Gallery. He obrado con alguna precipitación. Lo más probable es que no estuviera en<br />

casa. Pero si vamos en el tren <strong>de</strong> las cinco y cuarto, que llega a Purley a eso <strong>de</strong> las seis,<br />

creo que llegaremos con el tiempo justo para pillarle.<br />

-¿Para pillarle? -exclamó su hermano en el colmo <strong>de</strong> la ira-. ¡Ojalá nos fuera posible! ¿En<br />

dón<strong>de</strong> diab<strong>los</strong> le vamos a pillar ahora?<br />

-Sigo sin acordarme <strong>de</strong>l nombre <strong>de</strong> ese arrabal -dijo Basil mientras se abrochaba el<br />

abrigo-. Los Olmos... ¿Qué más? Buxton Common. Cerca <strong>de</strong> Purley. Ahí es don<strong>de</strong><br />

podremos encontrarle.<br />

-Pero, ¡si no existe tal lugar! -bramó Rupert.<br />

Sin embargo, siguió a su hermano escaleras abajo. Y yo le seguí también. Cogimos <strong>los</strong><br />

sombreros y <strong>los</strong> bastones <strong>de</strong>l perchero y le seguimos, sin que supiéramos ni sepamos aún<br />

por qué. <strong>El</strong> caso es que siempre le seguíamos, fuera cual fuera el significado <strong>de</strong>l hecho,<br />

fuera cual fuera la índole <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r. Pero lo más extraño es que le seguíamos con tanta<br />

mayor sumisión cuanto más disparatado parecía lo que <strong>de</strong>cía. En el fondo, creo que si se<br />

hubiera levantado <strong>de</strong> la mesa y hubiese dicho: «Me voy en busca <strong>de</strong>l Cerdo sagrado <strong>de</strong><br />

las diez colas», le habríamos seguido hasta el fin <strong>de</strong>l mundo.<br />

No sé si estos místicos sentimientos que Basil me inspiraba en la presente ocasión, se<br />

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