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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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Ya iba a dar media vuelta cuando Rupert me cogió por el codo.<br />

-Escuche esto -me dijo.<br />

Y sujetándome la manga con la mano <strong>de</strong>recha golpeó con <strong>los</strong> nudil<strong>los</strong> <strong>de</strong> la izquierda en<br />

<strong>los</strong> postigos <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las ventanas. Manifestaba tanto aplomo que yo me <strong>de</strong>tuve y hasta<br />

incliné unos momentos la cabeza: en el interior se oía el rumor inequívoco <strong>de</strong> una voz<br />

humana.<br />

-¿Ha hablado usted con alguien <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro? -pregunté, volviéndome hacia Rupert.<br />

-No -me contestó con gesto risueño-, pero no me disgustaría hacerlo. ¿Sabe usted lo que<br />

dice alguien ahí?<br />

-No, claro que no -repuse.<br />

-Pues entonces le aconsejo que escuche -dijo Rupert vivamente.<br />

En el profundo silencio <strong>de</strong> la aristocrática calle presté atención unos momentos. A través<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> postigos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, en <strong>los</strong> que se veía una larga y fina rendija, llegaba un rumor<br />

incesante y quejumbroso <strong>de</strong>l cual se distinguían las siguientes palabras: «¿Cuándo saldré<br />

<strong>de</strong> aquí? ¿Cuándo saldré <strong>de</strong> aquí? ¿Me <strong>de</strong>jarán salir algún día?», o algo parecido.<br />

-¿Sabe usted algo <strong>de</strong> esto? -pregunté, volviéndome bruscamente hacia Rupert.<br />

-A lo mejor se imagina usted que soy yo el criminal -replicó con sorna-, en vez <strong>de</strong> ser,<br />

aunque mo<strong>de</strong>stamente, el <strong>de</strong>tective. Yo he llegado aquí hace dos o tres minutos <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haberle dicho a usted que sabía que pasaba algo divertido, y me he encontrado con que<br />

esa mujer que está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la ventana (pues evi<strong>de</strong>ntemente se trata <strong>de</strong> una mujer) se<br />

estaba lamentando como una loca. No, mi querido amigo, aparte <strong>de</strong> eso no sé nada sobre<br />

ella. Aunque pueda parecerle extraño, no es una hija a la que haya <strong>de</strong>sheredado, ni<br />

partícipe <strong>de</strong> un inconfesable secreto que he <strong>de</strong> guardar... Pero cuando oigo a un ser<br />

humano que se lamenta <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r salir y que habla a solas como un loco dando<br />

puñetazos en la ventana, como hacía esa mujer hace dos o tres minutos, creo que la cosa<br />

es digna <strong>de</strong> mención: eso es todo.<br />

-Mi querido amigo -dije yo-, le presento mis excusas, pero no es el momento <strong>de</strong> discutir.<br />

¿Qué <strong>de</strong>bemos hacer?<br />

-Rupert Grant tenía en la mano una larga y reluciente navaja.<br />

-En primer lugar -contestó-, hacer <strong>de</strong> salteadores.<br />

Y dicho esto, introdujo la hoja en la rejilla <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra haciendo saltar una gran astilla,<br />

que puso al <strong>de</strong>scubierto un fragmento consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong>l tenebroso cristal... La habitación<br />

estaba absolutamente a oscuras, por lo cual en <strong>los</strong> primeros momentos el cristal <strong>de</strong> la<br />

ventana nos pareció como una superficie muerta y opaca, más negra que la pizarra. Poco<br />

<strong>de</strong>spués pudimos divisar algo que, aunque pausadamente, nos hizo retroce<strong>de</strong>r y nos <strong>de</strong>jó<br />

sin aliento. Dos ojos enormes y turbios nos contemplaban tan <strong>de</strong> cerca que la ventana<br />

parecía un antifaz. Un pálido semblante humano se hallaba pegado al cristal por <strong>de</strong>ntro, y<br />

con una claridad acrecentada por el agrandamiento <strong>de</strong> la rendija llegaron las palabras:<br />

«¿Cuándo saldré <strong>de</strong> aquí?»<br />

-¿De qué se tratará? -dije yo.<br />

Rupert no me contestó, pero alzó el bastón, apuntó con la puntera al cristal y lo introdujo<br />

como un florete abriendo un agujero más pequeño y más perfecto <strong>de</strong> lo que yo habría<br />

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