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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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entontecido. Caminamos a través <strong>de</strong> callejuelas grises, volviendo esquinas, cruzando<br />

plazas, sin tropezamos nunca con nadie, a no ser con racimos <strong>de</strong> dos o tres borrachos.<br />

Sin embargo, en una callejuela, <strong>los</strong> racimos <strong>de</strong> dos o tres empezaron a convertirse<br />

bruscamente en racimos <strong>de</strong> cinco o seis, y <strong>de</strong>spués en <strong>de</strong>nsos grupos que acabaron por<br />

formar una muchedumbre. Esta muchedumbre apenas se movía, pero todo aquel que tiene<br />

alguna experiencia <strong>de</strong>l eterno populacho, sabe que cuando las últimas filas <strong>de</strong> un grupo<br />

<strong>de</strong> curiosos se agitan algo, por poco que sea, quiere <strong>de</strong>cirse que en el núcleo central <strong>de</strong> la<br />

multitud impera la locura. No tardó en ponerse <strong>de</strong> manifiesto que en el seno <strong>de</strong> aquella<br />

muchedumbre había sucedido algo verda<strong>de</strong>ramente importante. Con la <strong>de</strong>streza sólo<br />

conocida por <strong>los</strong> polizontes, nos abrimos camino entre la gente y pronto supimos la<br />

naturaleza <strong>de</strong>l suceso. Había tenido lugar una refriega entre cinco individuos, uno <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

cuales yacía medio muerto sobre el empedrado. En cuanto a <strong>los</strong> otros cuatro, todas sus<br />

inci<strong>de</strong>ncias interesantes quedaron eclipsadas a nuestros ojos por un hecho formidable:<br />

uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuatro supervivientes <strong>de</strong> la bárbara y acaso fatal contienda era el inmaculado<br />

teniente Keith, que aparecía con el traje hecho jirones, <strong>los</strong> ojos fulgurantes y <strong>los</strong> nudil<strong>los</strong><br />

ensangrentados. Otro <strong>de</strong>talle, sin embargo, empeoraba todavía más su situación: <strong>de</strong> su<br />

elegante bastón había extraído una corta espada o un largo puñal que yacía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él<br />

sobre el pavimento. Verdad es que no parecía ensangrentado.<br />

La policía había logrado ya penetrar en el centro <strong>de</strong> la muchedumbre con su irresistible<br />

omnipotencia y, al mismo tiempo, Rupert Grant se acercó <strong>de</strong> un salto con su intolerable<br />

secreto.<br />

-¡Ése es el culpable, agente! -gritó señalando al maltrecho teniente-. Es un hombre<br />

sospechoso. Él es el asesino.<br />

-No ha habido ningún asesinato, caballero -dijo el policía con su mecánica urbanidad-.<br />

Ese pobre hombre sólo está lesionado. Lo único que puedo hacer es tomar las señas <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> que han tomado parte en la riña y encargar que no se les pierda <strong>de</strong> vista.<br />

-No pierda usted <strong>de</strong> vista a ése -dijo Rupert, completamente lívido, señalando al<br />

enfurecido Keith.<br />

-Está bien, caballero -repuso el agente sin emocionarse.<br />

A continuación fue apuntando las señas <strong>de</strong> <strong>los</strong> individuos presentes. Cuando hubo<br />

terminado su tarea, la noche se había echado encima y la mayor parte <strong>de</strong> las personas que<br />

no estaban relacionadas con el suceso se habían marchado. Sin embargo, todavía<br />

continuaba allí un extraño, espiando con avi<strong>de</strong>z el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l asunto: era Rupert<br />

Grant.<br />

-Oiga usted, agente -dijo al fin-, tengo particularísimos motivos para hacerle una<br />

pregunta. ¿Podría usted <strong>de</strong>cirme si ese militar que ha pegado a <strong>los</strong> otros con su bastónestoque<br />

le ha dado o no sus señas?<br />

-Sí, señor -contestó el agente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> reflexionar un momento-. Sí, me ha dado sus<br />

señas.<br />

-Yo me llamo Rupert Grant -dijo el otro con ostentación-. En más <strong>de</strong> una ocasión he<br />

ayudado a la policía. ¿Podría usted <strong>de</strong>cirme, como un favor especial, qué señas le ha<br />

dado?<br />

<strong>El</strong> guardia se le quedó mirando.<br />

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