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El club de los negocios raros - Chesterton

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN

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un largo lapicero <strong>de</strong> otro, y se puso a garrapatear apuntes a toda prisa.<br />

Cuando el lunático se alejaba dando saltos, Basil corría unos cuantos metros en su<br />

persecución y luego se paraba y se ponía a tomar notas <strong>de</strong> nuevo. Así estuvieron<br />

persiguiéndose alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l círculo <strong>de</strong> hierba, el uno manejando el lápiz con la<br />

expresión <strong>de</strong> un hombre que estudia un problema, y el otro saltando y jugueteando como<br />

un chiquillo.<br />

Al cabo <strong>de</strong> tres cuartos <strong>de</strong> hora <strong>de</strong> tan imbécil escena, Grant se guardó el lápiz, pero se<br />

quedó con el cua<strong>de</strong>rno abierto en la mano y se plantó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />

Entonces sucedió algo que ni siquiera <strong>los</strong> que nos habíamos habituado ya a las fantásticas<br />

escenas <strong>de</strong> aquella mañana podíamos imaginar ni sospechar. Al ver a Basil <strong>de</strong>lante, el<br />

profesor se le quedó mirando unos instantes con benevolencia, y <strong>de</strong>spués alzó la pierna<br />

izquierda y la <strong>de</strong>jó colgar en la actitud, que según nos había dicho su hermana, fue la<br />

primera <strong>de</strong> todas sus cabriolas. Pero no bien había hecho esto, Basil Grant levantó<br />

también la pierna izquierda y la mantuvo rígida ante sí, presentando a Chadd la suela <strong>de</strong><br />

su zapato. <strong>El</strong> profesor <strong>de</strong>jó caer la pierna izquierda, apoyó en ella todo el peso <strong>de</strong> su<br />

cuerpo y disparó la otra hacia atrás, como si estuviera nadando.<br />

Basil cruzó entonces las suyas, y volviendo a separarlas <strong>de</strong>spués, dio un salto en el aire.<br />

Acto seguido, antes <strong>de</strong> que ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> espectadores pudiera <strong>de</strong>cir una palabra ni<br />

formular un pensamiento sobre el caso, ambos hombres se pusieron a bailar una especie<br />

<strong>de</strong> jiga o danza marinera uno frente a otro. Y el sol que antes había iluminado a un loco, a<br />

partir <strong>de</strong> este momento iluminó a dos.<br />

Tan ciegos y ensor<strong>de</strong>cidos se hallaban bajo el influjo <strong>de</strong> su monomanía que no vieron a la<br />

mayor <strong>de</strong> las hermanas Chadd salir nerviosamente al jardín con gesto <strong>de</strong> súplica, seguida<br />

<strong>de</strong> un caballero. <strong>El</strong> profesor Chadd se encontraba en la más fantástica <strong>de</strong> sus posturas, y<br />

Basil Grant parecía en disposición <strong>de</strong> hacer girar una cuerda, cuando se quedaron helados<br />

en sus respectivas actitu<strong>de</strong>s al oír la acerada voz <strong>de</strong> A<strong>de</strong>lai<strong>de</strong> Chadd que <strong>de</strong>cía:<br />

-<strong>El</strong> señor Bingham, <strong>de</strong>l British Museum.<br />

<strong>El</strong> señor Bingham era un hombre <strong>de</strong>lgado y bien vestido, con una puntiaguda barba gris<br />

ligeramente afeminada y modales formalistas, pero agradables. Era el prototipo <strong>de</strong>l<br />

pedante supercivilizado. Su ceremoniosidad afable le sirvió bastante en las presentes<br />

circunstancias. <strong>El</strong> hombre tenía una vasta experiencia en <strong>los</strong> libros y un no menor<br />

conocimiento <strong>de</strong>l diletantismo <strong>de</strong> <strong>los</strong> salones elegantes, pero ninguna rama <strong>de</strong> la ciencia<br />

humana le había habituado al espectáculo <strong>de</strong> dos señores <strong>de</strong> edad madura y cabeza<br />

canosa, vestidos a la mo<strong>de</strong>rna, que saltaban como acróbatas a la hora <strong>de</strong> la siesta.<br />

<strong>El</strong> profesor continuó con sus cabriolas sin inmutarse en lo más mínimo, pero Grant se<br />

<strong>de</strong>tuvo bruscamente. <strong>El</strong> doctor había vuelto a aparecer en escena y sus relucientes ojos<br />

negros danzaban con inquietud <strong>de</strong> uno a otro, bajo su brillante sombrero.<br />

-Doctor Colman -dijo Basil volviéndose hacia él-, ¿quiere usted entretener otro rato al<br />

profesor Chadd? Estoy seguro <strong>de</strong> que le necesita... Señor Bingham ¿podría tener el gusto<br />

<strong>de</strong> hablar con usted unos momentos en privado? Me llamo Grant.<br />

<strong>El</strong> señor Bingham, <strong>de</strong>l British Museum, se inclinó respetuosamente, aunque sin po<strong>de</strong>r<br />

disimular cierto <strong>de</strong>sconcierto.<br />

-La señorita Chadd me disculpará -agregó Basil con <strong>de</strong>senvoltura- que le enseñe a usted<br />

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