El club de los negocios raros - Chesterton
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
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horas que se sucedieron. Tanto mis hermanas como yo le imploramos que nos contestara<br />
con súplicas que habrían resucitado a un muerto, pero él no ha hecho más que saltar,<br />
danzar y patalear en un silencio absoluto y solemne. Parece como si las piernas no le<br />
pertenecieran o las tuviera en<strong>de</strong>moniadas. Hasta el presente no nos ha hablado una<br />
palabra.<br />
-¿Dón<strong>de</strong> está ahora? -dije yo levantándome con alguna agitación-. No <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>jarle<br />
solo.<br />
-<strong>El</strong> doctor Colman está con él -dijo tranquilamente la señorita Chadd-. Están <strong>los</strong> dos en el<br />
jardín. <strong>El</strong> doctor Colman dice que el aire le sentará bien, y no está en condiciones <strong>de</strong> salir<br />
a la calle.<br />
Basil y yo nos acercamos rápidamente a la ventana que daba al jardín. Era un jardincito<br />
suburbano <strong>de</strong> aspecto cuidado. Los macizos <strong>de</strong> flores resultaban quizá <strong>de</strong>masiado<br />
primorosos, como si estuvieran bordados en un tapiz <strong>de</strong> colores. Pero en aquel espléndido<br />
día <strong>de</strong> verano hasta aquellas flores tenían la exuberancia <strong>de</strong> algo natural, casi diría <strong>de</strong> algo<br />
tropical. En el centro <strong>de</strong> una reluciente y ver<strong>de</strong> pra<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong>sgraciadamente <strong>de</strong> una forma<br />
circular perfecta, se encontraban <strong>de</strong> pie dos figuras: una era un hombrecillo <strong>de</strong> aire<br />
vivaracho, con negras patillas y un sombrero muy reluciente (supongo que el doctor<br />
Colman), el cual hablaba con todo sosiego y claridad, pero sin que <strong>de</strong>jara por ello <strong>de</strong><br />
advertirse en su semblante una contracción nerviosa; la otra era nuestro viejo amigo, que<br />
escuchaba con su eterna expresión indulgente y con <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> lechuza, en tanto que <strong>los</strong><br />
fuertes rayos <strong>de</strong>l sol arrancaban <strong>de</strong>stel<strong>los</strong> <strong>de</strong> sus anteojos, como lo había hecho la luz <strong>de</strong><br />
la lámpara la noche anterior, cuando el bullicioso Basil se había burlado <strong>de</strong> su rigor<br />
científico. De no ser por un solo <strong>de</strong>talle, la figura <strong>de</strong> ahora habría sido idéntica a la <strong>de</strong> la<br />
noche prece<strong>de</strong>nte, y este único <strong>de</strong>talle era que mientras su cabeza escuchaba con sosiego,<br />
sus piernas se agitaban tan laboriosamente como las <strong>de</strong> una marioneta. Las primorosas<br />
flores y el resplandor <strong>de</strong>l jardín bajo el sol acrecentaban hasta lo inverosímil el prodigio,<br />
aquel prodigio <strong>de</strong> una cabeza <strong>de</strong> ermitaño sobre unas piernas <strong>de</strong> arlequín, pues <strong>los</strong><br />
milagros <strong>de</strong>berían acaecer siempre a la luz <strong>de</strong>l día: la noche <strong>los</strong> hace creíbles, y por lo<br />
tanto vulgares.<br />
Mientras tanto había entrado en la habitación la segunda hermana, que se acercó con<br />
cierto pavor a la ventana.<br />
-¿No sabes, A<strong>de</strong>lai<strong>de</strong> -dijo-, que el señor Bingham, el representante <strong>de</strong>l British Museum,<br />
va a volver a las tres?<br />
-Ya lo se -contestó con amargura A<strong>de</strong>lai<strong>de</strong> Chadd-. Me parece que tendremos que<br />
explicarle todo esto. Ya sabía yo que la suerte no nos sonreiría tan fácilmente.<br />
Grant se volvió bruscamente.<br />
-¿Qué dice usted? -exclamó-. ¿Qué es lo que va a explicar al señor Bingham?<br />
-Bien sabe usted lo que hay que <strong>de</strong>cirle -contestó la hermana <strong>de</strong>l profesor con altanería-.<br />
No creo que sea necesario llamarlo por su <strong>de</strong>sdichado nombre. ¿Cree usted que van a<br />
consentir que el archivero <strong>de</strong> <strong>los</strong> manuscritos asiáticos <strong>de</strong>sempeñe sus funciones en ese<br />
estado?<br />
Y señaló un instante a la figura <strong>de</strong>l jardín, al rostro atento y reluciente y a <strong>los</strong> pies<br />
<strong>de</strong>sazonados.<br />
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