El club de los negocios raros - Chesterton
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
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mi amigo necesitara todavía sujeción. De pronto, esta ancha espalda se balanceó <strong>de</strong> un<br />
lado a otro. Su cuerpo se tambaleaba sobre una sola pierna. Al parecer Basil se había<br />
apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> la otra. Los enormes puños <strong>de</strong> Burrows y <strong>los</strong> <strong>de</strong> su criado martilleaban la<br />
hundida cabeza <strong>de</strong> Basil como si fuera un yunque, pero éste había cogido al gigante por<br />
un tobillo con repentina ferocidad y su cabeza se hundía en las tinieblas entre infinitos<br />
dolores, mientras la pierna <strong>de</strong> su adversario iba elevándose en el aire. Burrows se<br />
tambaleó <strong>de</strong> un lado a otro con el rostro congestionado, y <strong>de</strong> repente, el suelo, las pare<strong>de</strong>s<br />
y el techo se estremecieron a un tiempo al <strong>de</strong>splomarse el co<strong>los</strong>o, que pareció llenar con<br />
su cuerpo toda la estancia. Basil se incorporó <strong>de</strong> un brinco con <strong>los</strong> ojos saltones, y <strong>de</strong> tres<br />
golpes <strong>de</strong> ariete lanzó al criado a un rincón. Después se arrojó sobre Burrows con un<br />
paño en la mano y otro en <strong>los</strong> dientes y le ató <strong>de</strong> pies y manos antes <strong>de</strong> que acabara <strong>de</strong><br />
darse cuenta <strong>de</strong> que se había caído al suelo. Luego Basil se precipitó sobre Greenwood, al<br />
que Rupert se esforzaba por sujetar, y entre <strong>los</strong> dos le aseguraron fácilmente. <strong>El</strong> hombre<br />
que me sujetaba a mí quiso correr en su ayuda, pero yo salté como un resorte, y con<br />
infinita satisfacción logré <strong>de</strong>rribarle. <strong>El</strong> otro criado, sangrando por la boca y totalmente<br />
<strong>de</strong>smoralizado, huyó tambaleándose <strong>de</strong>l aposento. Mi anterior adversario se escabulló<br />
tras él sin proferir una palabra, viendo que la batalla estaba perdida. Rupert se había<br />
sentado a horcajadas sobre el maniatado Greenwood, y lo mismo había hecho Basil sobre<br />
el in<strong>de</strong>fenso Burrows.<br />
Con gran sorpresa mía este último, que yacía atado <strong>de</strong> espaldas, hablaba con voz<br />
absolutamente tranquila con el hombre que estaba sentado encima <strong>de</strong> él.<br />
-Bueno, señores -<strong>de</strong>cía-, ahora que se han salido uste<strong>de</strong>s con la suya, ¿quieren hacer el<br />
favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirnos qué diab<strong>los</strong> significa todo esto?<br />
-Esto -repuso Basil con radiante expresión, bajando la vista hacia su cautivo-, esto es lo<br />
que llamamos la supervivencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> más aptos.<br />
Rupert, que había estado reconcentrando sus i<strong>de</strong>as durante las últimas fases <strong>de</strong> la lucha,<br />
estaba completamente recobrado al terminarse ésta. Abandonando el cuerpo <strong>de</strong>l postrado<br />
Greenwood y atándose un pañuelo a la mano izquierda que le sangraba por efecto <strong>de</strong> un<br />
golpe, exclamó con toda frialdad:<br />
-Basil, ¿quiere montar la guardia sobre <strong>los</strong> prisioneros? Swinburne, vamos a registrar la<br />
cárcel <strong>de</strong> <strong>los</strong> sótanos.<br />
-Perfectamente -dijo Basil levantándose también y sentándose con <strong>de</strong>senvoltura en un<br />
sillón-. No tengáis prisa -agregó-, tenemos aquí todos <strong>los</strong> periódicos ilustrados.<br />
Rupert salió <strong>de</strong>l aposento con aire pensativo, y yo le seguí más pensativo todavía. De<br />
hecho, me rezagué tanto que pu<strong>de</strong> oír mientras atravesaba la habitación, <strong>los</strong> corredores y<br />
la escalera <strong>de</strong> la cocina, la voz <strong>de</strong> Basil, que proseguía la interrumpida conversación.<br />
-Ahora, señor Burrows -dijo acomodándose en el sillón-, no hay motivo para que no<br />
prosigamos esa divertida discusión. Lamento que tenga usted que expresarse tendido <strong>de</strong><br />
espaldas en el suelo, pero como ya le dije antes, ignora las causas <strong>de</strong> su actual situación,<br />
tanto como el hombre <strong>de</strong> la luna. Sin embargo, un conversador como usted no creo que<br />
encuentre dificulta<strong>de</strong>s serias en cualquier postura corporal. Decía usted, si mal no<br />
recuerdo, cuando se produjo este alboroto acci<strong>de</strong>ntal, que <strong>los</strong> rudimentos <strong>de</strong> la ciencia<br />
pue<strong>de</strong>n darse a conocer <strong>de</strong> forma provechosa.<br />
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