El club de los negocios raros - Chesterton
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DEL COMANDANTE BROWN
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obras <strong>de</strong> Dante a novelas policíacas. <strong>El</strong> otro joven, que estaba fumando <strong>de</strong> espaldas a la<br />
lumbre, era alto y corpulento, con el pelo castaño y lacio peinado hacia <strong>de</strong>lante y una<br />
llamativa chaqueta. Era <strong>de</strong> esa clase <strong>de</strong> individuos que en todos sus rasgos y acciones<br />
resultan <strong>de</strong>smañados y torpes, pero que no por eso <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> ser unos perfectos caballeros.<br />
-¿Tenemos nuevas discusiones? -dijo una vez que hubieron terminado las presentaciones-<br />
. Debo <strong>de</strong>cirle, señor Grant, que ha tratado usted con excesiva severidad a unos hombres<br />
<strong>de</strong> ciencia. Casi me están entrando ganas <strong>de</strong> mandar a paseo mi doctorado en ciencias y<br />
hacerme poeta menor.<br />
-Tonterías -contestó Basil-. Yo no he pronunciado nunca una palabra contra <strong>los</strong> hombres<br />
<strong>de</strong> ciencia. Lo que combato es una vaga fi<strong>los</strong>ofía popular que preten<strong>de</strong> ser científica,<br />
cuando en realidad no es otra cosa que una especie <strong>de</strong> nueva religión, y notablemente<br />
ruin, por cierto. Cuando la gente hablaba antes <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong>l hombre, sabía que hablaba<br />
<strong>de</strong> un misterio, <strong>de</strong> algo que no comprendía. Pero ahora que habla <strong>de</strong> la supervivencia <strong>de</strong><br />
<strong>los</strong> más aptos, se cree que lo compren<strong>de</strong>, cuando lo cierto es, no ya que no tiene ninguna<br />
i<strong>de</strong>a, sino que tiene una i<strong>de</strong>a absolutamente falsa <strong>de</strong> lo que esas palabras significan. <strong>El</strong><br />
movimiento darwiniano no ha modificado a la Humanidad, sino en el sentido <strong>de</strong> que en<br />
vez <strong>de</strong> hablarse ahora <strong>de</strong> fi<strong>los</strong>ofía <strong>de</strong> una manera fi<strong>los</strong>ófica, se habla <strong>de</strong> la ciencia <strong>de</strong> una<br />
manera nada científica.<br />
-Todo eso está muy bien -dijo el joven corpulento, que al parecer se llamaba Burrows-.<br />
Es indudable que en cierto sentido la ciencia, lo mismo que las matemáticas o el violín,<br />
sólo pue<strong>de</strong> ser comprendida <strong>de</strong> una manera perfecta por <strong>los</strong> especialistas, pero <strong>los</strong><br />
rudimentos pue<strong>de</strong>n ser <strong>de</strong>l dominio público. Greenwood, aquí presente -agregó señalando<br />
al otro joven-, no sabe distinguir una nota musical <strong>de</strong> otra, pero eso no quiere <strong>de</strong>cir que<br />
no sepa nada. Sabe lo suficiente para <strong>de</strong>scubrir cuando tocan el himno nacional, y no se<br />
<strong>de</strong>scubre por error cuando tocan una tonadilla. Del mismo modo, la ciencia...<br />
En este punto el señor Burrows cesó <strong>de</strong> pronto su perorata, pues fue interrumpido por un<br />
argumento poco común en la controversia fi<strong>los</strong>ófica, y tal vez nada lícito. Rupert Grant<br />
había saltado sobre él por <strong>de</strong>trás, y ro<strong>de</strong>ándole con el brazo la garganta, obligó al gigante<br />
a doblarse hacia atrás.<br />
-¡Derribe al otro, Swinburne! -exclamó.<br />
Y antes <strong>de</strong> que pudiera darme cuenta <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> me encontraba, me hallaba luchando a<br />
brazo partido con el hombre <strong>de</strong> la chaqueta púrpura. Este hombre parecía <strong>de</strong> alambre, y<br />
se doblaba y saltaba como un resorte, pero yo era más fuerte y le había cogido<br />
<strong>de</strong>sprevenido. Le levanté <strong>de</strong>l suelo unos dos pies, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tambalearse un momento<br />
sobre la otra pierna, rodó conmigo por el suelo con estrépito, entre una lluvia <strong>de</strong><br />
periódicos, quedando yo encima.<br />
Como el triunfo me permitió un momento <strong>de</strong> libertad, pu<strong>de</strong> distinguir la voz <strong>de</strong> Basil que<br />
concluía una larga frase, cuyo principio no había percibido.<br />
-...totalmente -<strong>de</strong>cía-, <strong>de</strong>bo confesarlo, ininteligible para mí, querido señor, e innecesario<br />
<strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>sagradable. Sin embargo, no hay más remedio que ponerse <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
viejos amigos, en contra <strong>de</strong> <strong>los</strong> nuevos, por fascinantes que sean. Permítame, por tanto,<br />
que le ate las manos con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, para que esté usted todo lo cómodo que pueda<br />
estarse con las esposas puestas...<br />
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