BOLETIN de la lkea1 Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles ...

278 La celebración
El poeta es de Córdoba, de toda la tierra cordobesa. Tened, en consecuen-
cia, por vuestra su gloría.
No deja de ser temeraria la empresa de rendir culto a Apolo, cuando la
devoción más extendida es la de Mercurio.
Venimos a Priego por flores para la memoria de Góngora, pero ofreciendo
a la vez las flores de aquel ingenio inmortal. Ya vemos que Priego concede
de su vergel lo más regalado de sus flores, que con su presencia adornan
este acto.
Ningún músico de la palabra ha cantado en versos mejor que Góngora,
ni se ha dirigido en tan levantados tonos a beldades reales o imaginarias.
Sus versos admirables, dedicados a princesas o pastoras, son maravillosa-
mente delicados, tiernos, afiligranados, caballerosos.
El eleva la mujer a jerarquía divina, dedicándole composiciones que tienen
el carácter de un himno religioso.
El orador citó a este propósito y detenidamente estudia, los sonetos dedi-
cados por Góngora a tres mujeres, quizá una sola en la realidad: Leonora,
María y Cloris.
Terminó diciendo: Enaltezcamos la memoria de aquel sacerdote de Apolo,
gala de Córdoba, príncipe del Parnaso.
También fué muy aplaudido el elocuente discurso del señor Priego López.
Usó seguidamente de la palabra el catedrático del Instituto de Córdoba don
José Manuel Camacho Padilla.
He aceptado la misión—advirtió—de leer poesías de Góngora en estos ac-
tos organizados por la Academia de Córdoba y recabo la responsabilidad de
la elección de aquellas. Es decir que si ellas no os entretienen, la culpa será
mía, más no de don Luís de Góngora y Argote. Para conocerlas bien, esperad
el libro de don José Priego, que ha de publicar la Academia.
Góngora fué un chiquillo alegre, que no se adelantó a su edad, que no
era precoz. Así como sus padres le llevaron a la Escuela que tenían más cer-
ca, él eligió los amigos que se hallaban más a su alcance.
Aquellas impresiones están reflejadas en el romance dedicado a su hermana
Marica.
Enterado de la popularidad alcanzada por esta composición, escribió otro
poemita, también muy personal.
Surgen luego otras poesías tan sentidas como la que empieza: Las flores
del romero,—niña Isabel...
nada.
Destácase después su amor a las ciudades de Andalucía: a Córdoba, a Gra-
Brilla también en la sátira y, finalmente, llega a cantar la Religión.
Forma una escuela literaria, que tuvo su origen en la colectividad, aunque
él fuera el expositor más terminante.