BOLETIN de la lkea1 Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles ...

284 La celebración
Don Andrés Ovejero comenzó su disertación poniendo de relieve las dificultades
que a ella se oponían. Sin embargo, una afirmación me salva—dicede
todas cuantas ha dejado sentadas con galano estilo y bella expresión vuestro
dignísimo Presidente: la de mis lecciones de la Universidad acerca de Góngora;
acepto esta tribuna como prolongación de la cátedra madrileña y si
aceptais la dilatación de los valores cordobeses fuera de Córdoba ya es bastante
recompensa si alcanzo a merecer vuestro reconocimiento, porque Madrid
tiene dos fisonomías, la de lo estrecho y ruin con aires de sainete y la otra
cumplidora de los deberes de la capitalidad; yo no soy del Madrid de los gallardetes
de verbena, sino del Madrid centro en que confluyen las corrientes
vitales de la nación.
Aludió el señor Ovejero a las últimas palabras que pronunció en su conferencia
de hace pocos meses acerca del pintor Palomino. Eran unas palabras
del propio Palomino llamando a Córdoba «cuna de los más felices ingenios
del orbe».
Y Góngora no es ni más ni menos que uno de los «más felices ingenios
del orbe.
A mí me está vedado entrar—continúa—en lo que pertenece «de juro» a
los que mantienen en el solar de Góngora la llama del culto sagrado al príncipe
de los poetas líricos españoles.
Por eso—explica—quiso llevar fuera de Córdoba el estudio de nuestro excelso
poeta. Llama a Góngora uno de los más felices ingenios que encierra
la órbita inconmensurable donde viven y se agitan el idioma, la sangre y el
espíritu de España.
Para agigantar la figura de Góngora y destacar vigorosamente la reciedumbre
de su numen recita el señor Ovejero
El argonauta osado
donde el inmortal poeta cordobés planta en el Universo, extraídos del alma y
del corazón españoles, la cruz del Gólgota y el idioma de Cervantes. El periodo
grandilocuente del que por falta de espacio no damos ni aproximada
idea provocó una ovación que acogió emocionado el conferenciante.
Destacó, gloriando a Córdoba, el nombre egregio de don Juan Valera
«quien en en aquel estúpido siglo xix» cultivó el cosmopolitismo intelectual,
cumpliendo los que él llama «deberes de mayor patria». Bajo el patrocinio de
don Juan Valera—dice—coloco estas conferencias.
El señor Ovejero reputó a Córdoba como la tierra en que se encendieron
siempre los resplandores de la grandeza española. Habló del descubrimiento
de América, de las conquistas, y contrastó el poderío de las dos fuerzas la-