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co días por caminos y pueblos, encontró a los naturales
que le atendían con esmero y le mostraban
la ruta que debía seguir. En los pueblos halló casas
nuevas para que posara y en ellos tuvo ocasión de
presenciar danzas y escuchar cantos en su honor;
se hallaron allí mujeres y niños, indudable señal de
confianza hacia los españoles, que no se había llegado
a ver hasta el momento. Fray Martín de Bonilla
estuvo muy activo entonces, predicando por
medio de intérpretes y dándoles a entender que debían
ser cristianos y que el demonio los traía engañados,
que se apartaran de sus ritos.
En esta visita Aserrí pidió a Vázquez de Coronado
que le ayudara contra los indios de Quepo
y Turucaca, sus enemigos, y para esto ofreció cien
hombres, Curiravá cincuenta y Yurustí cuarenta.
Vásquez aceptó la invitación, pero, al hacerlo, le
manifestó que para el referido viaje necesitaría
cuatrocientos indios como cargadores, para que los
españoles pudieran llevar las armas, vituallas y ropas
necesarias. Aserrí respondióle que Garabito
con todo su poder no podía ni siquiera darle tan
elevado número de indios. Haciendo caso omiso a
esto, Vázquez fijó la fecha de partida, no sin indicar
que para entonces debían estar los cuatrocientos
indios.
De vuelta a Garcimuñoz, se iniciaron los
preparativos de la expedición a Quepo. Setenta
hombres bien provistos, cien indios de distintas
provincias y cuarenta caballos, iniciaron la marcha
hacia Aserrí el 27 de enero de 1563; quedó en Garcimuñoz,
como teniente, Juan de manes de Castro.
Llegado que fue el capitán a Aserrí, el cacique
le presentó cerca de ochenta indios y expresó
que eran todos los que podía aportar. Enérgicamente
procedió Vázquez de Coronado, conminando
al cacique a que le diera el número de indios
que él había señalado, que si no lo hacía, lo haría
matar. Ante esta amenaza, Aserrí mandó a pedirle
al cacique del Abra algunos cargadores y al día siguiente
llegaron veinticinco indios. Con estos y los
que ya venían desde Garcimuñoz, más los propios
de Aserrí, se llegó a más de doscientos, con los que
se decidió la partida hacia Quepo ...
La expedición prosiguió, venciendo enormes
dificultades, sobre todo porque llevaban caballos
y se transitaba por una ruta nueva. Se abrió, en
esta oportunidad, un ligero claro en la montaña pa-
ra pasar por él. Muy ásperas montañas debieron
pasarse, con excesivos trabajos y penalidades; hubo
hambre y sed durante varias jornadas y veinte
de los caballos no llegaron al final del camino. Tan
cruda ruta que les señalaron los indígenas, convencieron
más tarde a los españoles de que se les había
llevado por allí para salir de ellos, procurando
que perecieran; esto quedó reafirmado después,
porque al regreso se siguió una vía mucho mejor,
si se la comparaba con la de ida.
Una o dos jornadas antes de que se llegase a
Quepo, mandó Vázquez de Coronado a Ignacio de
Cota con más de cuarenta soldados, a exhortar a los
de Quepo a que diesen la obediencia al Rey y cesasen
las guerras que con Aserrí y Curiravá tenían y se
les dejase en libertad para predicar el evangelio; necesitaban
también víveres para los expedicionarios.
Los indios de Quepo de seguro estaban al
tanto sobre la modalidad del nuevo conquistador;
al enterarse por dos indios de la presencia de Vázquez
de Coronado en las inmediaciones, los de
Quepo hicieron presentes de carne de danta, puercos,
maíz, pinol, frutas, etc. Vinieron después al
Real ocho indígenas principales, quienes en nombre
del cacique principal expresaron al capitán que
solo con él tratarían la paz.
Al siguiente día vinieron cerca de sesenta indios
acompañando al cacique. Llegaron cargados
de víveres, de que tan necesitados estaban los españoles.
Se iniciaron las conversaciones que condujeron
al reconocimiento del Rey de España y la
consecuente posesión del territorio en nombre del
monarca. Además se concertó la paz con el cacique
de Aserrí y Curiravá y, satisfechos de lo logrado,
iniciaron estos indígenas su viaje de regreso a sus
tierras de origen.
El cacique de Quepo llamábase Corrohore y,
según la expresión del conquistador, era "el más
lindo yndio que he visto en Yndias".
Por varios días estuvieron cerca de cincuenta
indios de los de Quepo, asistiendo a los españoles,
regalando el cacique al capitán con varias piezas
de oro, algunas recién labradas. El 13 de febrero
le pidió Quepo ayuda para que pasasen al pueblo
y provincia de Couto, a liberar a varios indios
suyos, inclusive a su propia hermana, cautiva en
manos de estos[ ...].