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urguesía cafetalera". (Víctor Hugo Acuña, Historia
económica del tabaco en Costa Rica: época
colonial, 1978 p. 138-140.)
LA MUNICIPALIDAD DE SAN JOSÉ
Y EL CULTIVO DEL CAFÉ
"Tal vez aún más importantes que los decretos
del gobierno central para estimular el cultivo
del café, fueron las órdenes municipales que se
aprobaron con el mismo propósito durante los primeros
años de la independencia. Las municipalidades
demostraron su interés en promover el cultivo
del café en particular, e hicieron lo posible para
que este pudiera sembrarse cerca de los centros de
población existentes. Un decreto del presidente
Braulio Carrillo, en 1840, en el sentido de que las
tierras al oeste de San José, en Pavas, fueran sembradas
de café, se ha citado frecuentemente como
uno de los mayores factores que condujeron al establecimiento
de este cultivo. En realidad, el gobierno
central solamente siguió la política que había
sido mantenida por las municipalidades durante
casi veinte años. Probablemente la de San José
fue la primera municipalidad que apoyó e impulsó
el cultivo del café. En 1821 ya había distribuido,
entre los indigentes, matas de café, gratuitamente.
La realización de este proyecto se financió mediante
una subscripción voluntaria de los josefinos.
La municipalidad consideró, sin embargo, que la
distribución de los cafetos no era suficiente para
impulsar el cultivo; por lo tanto, se concedieron
también terrenos a los que quisieran dedicarse a esta
agricultura, con la condición de que cercaran las
tierras. Las otras municipalidades siguieron pronto
el ejemplo de la de San José." (Carolyn Hall, El
café y el desarrollo histórico-geográfico de Costa
Rica, 1976, p. 35.)
EL NACIMIENTO DE LA ECONOMíA
CAFETALERA EN COSTA RICA
"Los estrechos caminos de la provincia, que
serpeaban por bosques, aldeas y sabanas, conocían
la andadura del artesano virtuoso y el clérigo ilustrado,
de la viuda rentista y el lazarino sin techo,
del ganadero soberbio y el burócrata concienzudo,
del estudiante tomasino y el marinero audaz, del
arriero sin prisa y el jugador empedernido, del pobre
que tendía la mano para sobrevivir otro día y el
rico que abría la suya para ganarse el cielo. El quehacer
económico y social, sin embargo, descansaba
-por diversos que fueran los oficios y las experiencias-
en un doble eje: el comercio y la tierra."
"La difusión del café, después de 1830, fue
precedida por una expansión comercial y crediticia.
El cultivo del grano debutó -con éxito- tras la
minería de los Montes del Aguacate, la corta de palo
de brasil en el Pacífico guanacasteco y la exportación
creciente de víveres de la Meseta. La extracción
de oro, plata, madera y abastos fue incapaz de
integrar el país al mercado mundial; pero atrajo a
comerciantes extranjeros -portadores de capital,
experiencia y contactos-, exigió el despliegue de
una nueva organización empresarial (la compañía),
estimuló el tráfico interno y externo, y elevó, en
condiciones ventajosas, la oferta de crédito, alza
indispensable para capitalizar el agro."
"El traficante del Valle Central, criollo o extranjero,
un día -entre 1830 y 1850- se miró al espejo
y, en lugar de su imagen, encontró la de un extraño,
dueño de extensas fincas colmadas de cafetos
y de beneficios húmedos imponentes. El asombro
mutuo que los embargó, ¿carecía acaso de base?
El café facilitó el tránsito de la simple transacción
de lo que otro sembraba, a la producción por
cuenta propia en amplia escala. El comerciante, sin
duda, poseía suficiente tierra desde antes de 1821;
pero su fuente de riqueza no consistía en explotar
el suelo, sino en traficar, límite que empezó a variar
con presteza."
"El café, ¿materializó el sueño campesino de
producir para vender? El labrador, es cierto, se
vinculó al mercado; pero a costa de liquidar el
mundo al que pertenecía. El suelo compartido, sustrato
de una urdidumbre comunitaria, fue destruido
por la privatización de la tierra. El quehacer diario
del productor cedió ante el afán estrictamente particular,
en detrimento del esfuerzo colectivo. La
trama económica y cultural, otrora comunitaria, se
empezó a individualizar. La aldea del siglo XVIII