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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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128 DIARIO DE JORGE FOX<br />

les dijimos que era su día del Señor, y que no era costumbre<br />

viajar en tal día. Algunos de la ciudad se reunieron a nuestro<br />

alrededor y mientras yo contenía a los soldados, razonando con<br />

ellos, Eduardo Pyot hablaba a la gente; y después él contuvo a los<br />

soldados discutiendo, mientras ya hablaba a la gente; y entre<br />

tanto Guillermo Salt, volviendo por donde habíamos venido, se<br />

fue a la iglesia y allí habló al sacerdote y al pueblo; estaba éste<br />

sumamente furioso y, lleno de ira contra él, lo maltrató. También<br />

los soldados, notándolo a faltar, estaban iracundos, y dispuestos a<br />

matarnos, mas yo declaré el día del Señor y la palabra de vida<br />

eterna, a la gente que se reunió a nuestro alrededor. Por la tarde,<br />

los soldados quisieron que necesariamente emprendiéramos la<br />

marcha, de modo que tomamos nuestros caballos. Habíamos<br />

llegado al extremo de la ciudad, cuando el Señor me impelió a<br />

que diera vuelta para ir a hablar al viejo de la casa, y los soldados<br />

sacando sus pistolas juraron que yo no volvería atrás. Yo les<br />

advertí de que no lo hicieran sino de que dieran vuelta. Siguieron<br />

tras de mí, cumplí mi misión con el viejo y con el resto de la<br />

gente, luego volví con ellos, y los reprendí por ser tan rudos y<br />

violentos.<br />

Por la noche, nos llevaron a una posada, en Smethick; y por ser<br />

la noche del Primer día, el jefe condestable junto con muchas<br />

personas austeras vino a nuestra posada, y algunos empezaron a<br />

hacer preguntas concernientes a nosotros. Les dijimos que<br />

estábamos presos, bajo custodia, por la causa de la Verdad, y<br />

tuvimos con ellos muchas razones concernientes a las cosas de<br />

Dios. Eran gente muy religiosa y fueron muy afables con<br />

nosotros. Algunos se convencieron y así continúan el día de hoy.<br />

Luego que se marcharon los condestables y la demás gente,<br />

vinieron otros, que también eran muy corteses y que se fueron<br />

llenos de afección por nosotros. Cuando todos se marcharon,<br />

nos retiramos a nuestras habitaciones para acostarnos, y allá<br />

por las once, dijo Eduardo Pyot, "Voy a cerrar la puerta, no<br />

fuera que alguien entrara y nos hiciera algo malo," y, según<br />

luego pudimos comprender, esto hizo fallar los designios del<br />

capitán Keate, jefe de la guardia, que aquella noche tenía el<br />

propósito de hacernos alguna mala acción. A la mañana siguiente,<br />

este capitán, trajo a un hermano o pariente suyo,<br />

hombre malvado y violento, y metiéndolo en la habitación se<br />

quedó fuera esperando. Este hombre endemoniado se puso a

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