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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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222 DIARIO DE JORGE FOX<br />

en la mano y así iban declarando la Verdad, conforme cabalgábamos<br />

por campos y ciudades, diciendo a las gentes que<br />

éramos nosotros presos del Señor Jesucristo, que íbamos a<br />

sufrir que nos encerrasen por la causa de Su nombre y de su<br />

Verdad. Una mujer, Amiga, llevaba su rueca en el regazo,<br />

para seguir hilando en la prisión. La gente nos miraba<br />

emocionada.<br />

En Leicester, fuimos a una posada, y el posadero, que parecía<br />

muy disgustado de que tuviésemos que ir a la prisión,<br />

teniendo él alguna comisión que hacer, mandó a buscar abogados<br />

de la ciudad para pedirles consejo; y quería quitarnos<br />

el decreto y tenernos en su casa sin dejar que fuésemos a la<br />

prisión. Dije yo a los Amigos, que sería mucho gasto el que<br />

nos quedásemos en la posada; que vendrían muchos Amigos<br />

y otros a vernos, y que sería difícil para el posadero dejar<br />

que celebrásemos reuniones en su casa; además, de que, teniendo<br />

ya muchos Amigos en la cárcel, mejor sería que estuviésemos<br />

con ellos. De modo que, diciéndole al posadero lo mucho que<br />

nos había emocionado su bondad, nos fuimos a la prisión;<br />

entregando, el pobre hombre que nos había llevado, el decreto<br />

y nuestras personas al carcelero. Era éste un hombre muy<br />

malo y cruel; pues, antes de llegar nosotros, habían ya metido<br />

en la prisión a seis o siete Amigos, con los cuales busco motivos<br />

de querellarse metiéndolos en el calabozo entre los delincuentes;<br />

y apenas si tenían allí habitación en donde echarse para dormir.<br />

Todo aquel día, lo pasamos en el patio de la cárcel, y,<br />

al pedirle al carcelero que nos diera un poco de paja, nos<br />

respondió malhumorado, "No tenéis vosotros aspecto de dormir<br />

en la paja." Al cabo de un rato, Guillermo Smith, un Amigo,<br />

se me acercó; y como él conocía la casa, le pregunté qué habitaciones<br />

había y en qué habitaciones acostumbraban a meter<br />

a los Amigos, antes de que los llevasen al calabozo; y también<br />

le pregunté, si era el carcelero o su mujer, quién mandaba allí.<br />

Me dijo que la mujer mandaba y que, a pesar de que estaba<br />

lisiada y la mayor parte del tiempo sentada en una silla, no<br />

pudiendo andar más que con muletas, pegaba a su marido,<br />

cuando lo tenía a su alcance, si no hacía las cosas como ella<br />

quería. Me puse entonces a considerar que, probablemente,<br />

vendrían a visitarnos muchos Amigos y que de tener una<br />

habitación para nosotros solos, sería mejor para los que viniesen<br />

a vernos; que así podrían hablar con nosotros y yo con

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