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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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332 DIARIO DE JORGE FOX<br />

de los Amigos. Fue aquella una poderosa reunión a la que<br />

acudieron gentes de todas clases.<br />

El día cinco, zarpamos para Virginia, llegando en tres días<br />

a un lugar llamado Nancemond, a unas doscientas millas de<br />

Maryland. No ocurrió en este viaje sino aquello a que ya estábamos<br />

acostumbrados, o sea, mal tiempo, lluvia y tempestades<br />

y tener que pasar la noche en el bosque, cerca del fuego. En<br />

Nancemond, donde vivía una Amiga, la viuda Wrigt, celebramos,<br />

al día siguiente una reunión de Amigos y otras gentes.<br />

Acudió a ella el coronel Dewes, con varios otros magistrados<br />

y oficiales, a quienes mucho impresionó la Verdad declarada.<br />

Después, nos dimos prisa para llegar a Carolina; sin embargo,<br />

celebramos varias reuniones por el camino, en las que hicimos<br />

buena labor, para servicio del Señor. Una, celebrada a unas<br />

cuatro millas de Nancemond, fue preciosa, estableciéndose<br />

juntas de hombres y de mujeres, para cuidar de los asuntos de<br />

la iglesia; y otra, también muy buena, la celebramos en Pagan<br />

Creek, en casa de Guillermo Yarrow; y acudieron tantas personas,<br />

que debiera de haberse celebrado al aire libre, ya que<br />

la casa no era lo bastante grande para dar cabida a aquel gentío.<br />

Grandes revelaciones se hicieron, y esparciéndose el sonido de<br />

la Verdad por todas partes, despedía dulce fragancia en los<br />

corazones de las gentes. ¡El Señor sea glorificado eternamente!<br />

Después de esto, nuestra marcha hacia Carolina se hizo más<br />

difícil, por ser el camino cenagoso y lleno de hondos pantanos<br />

y lodazales, por lo que íbamos casi siempre mojados hasta la<br />

rodillas y teníamos que pasar la noche en el bosque, cerca del<br />

fuego, excepto en una ocasión en que la pasamos en una casa<br />

pobre donde descansamos cerca del fuego. La mujer de esta<br />

casa, poseía el sentimiento del Señor. La nueva de nuestro<br />

viaje había llegado hasta allá, atrayendo a esta casa a algunos<br />

que vivían más allá de Sommertown, en espera de vernos y<br />

oírnos (así resonaba el sonido de la Verdad en aquel desolado<br />

país), pero no nos encontraron. Al día siguiente, día vein -<br />

tiuno del Noveno mes, habiendo forzado nuestra marcha, a<br />

través de bosques y pantanos, llegamos a Bonner's Creek, donde<br />

pasamos la noche cerca del fuego, sobre una estera que aquella<br />

mujer nos prestó.<br />

Fue esta la primera casa que encontramos en Carolina; y allí<br />

dejamos nuestros caballos agotados por el viaje. Seguimos<br />

río abajo, en una canoa, hasta el río Macocomocock, 8 llegando

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