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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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DIARIO DE JORGE FOX 43<br />

impostor, seductor, blasfemo; después, cuando el Señor les<br />

hubo mandado sus plagas, dijeron que era yo un hombre<br />

honesto y virtuoso. Pero la buena o mala fama que me dieran,<br />

lo bien o mal que de mí hablaran, poco me importaba, porque<br />

ni me ensalzó lo uno ni me humilló lo otro, ¡Alabado sea el<br />

Señor! Al fin, decidieron sacarme de la cárcel, a principios<br />

del invierno de 1651, después de haber estado preso en Derby<br />

casi un año; seis meses en la casa de corrección, y el resto<br />

en la cárcel común y en el calabozo.<br />

Cuando estuve en libertad otra vez, continué mis andanzas<br />

como antes, en la obra del Señor; y andaba un día por un<br />

cercado en compañía de varios Amigos, cuando levantando<br />

la cabeza percibí las agujas de las tres torres de tres iglesias,<br />

y su vista me exasperó. Pregunté qué sitio era aquél y al<br />

decirme que Lichfield, inmediatamente vino a mí la palabra<br />

del Señor de que allí tenía que ir; y cuando llegamos a la<br />

casa adonde íbamos, pedí a los Amigos que estaban conmigo,<br />

que entraran sin mí y que no dijeran nada de a donde yo<br />

iba. Tan pronto como se marcharon me eché a andar,<br />

guiándome con la vista, por setos y zanjas hasta llegar a una<br />

milla de Lichfield, donde en un gran campo había pastores<br />

guardando sus ovejas y, de repente, me mandó el Señor que<br />

desatando mis zapatos me los quitara; me quedé en suspenso<br />

porque siendo invierno la palabra del Señor era cual fuego en<br />

mí, y quitándome los zapatos recibí el mandato de que los<br />

diera a los pastores encargándoles de que no los diesen a nadie,<br />

más que en el caso de que pagara por ellos. Los pobres pastores<br />

temblaban y estaban atónitos.<br />

Entonces anduve como una milla hasta llegar a la ciudad,<br />

y así que entré en ella, la palabra del Señor vino a mí otra vez,<br />

para que gritara, "¡Pobre de la sangrienta ciudad de Lichfield!"<br />

y echándome por las calles de un lado a otro me puse a<br />

clamar, "¡ Pobre de la sangrienta ciudad de Lichfield!" y como<br />

era día de mercado me fui a la plaza y, ya corriendo ya parándome,<br />

grité como antes, "¡Pobre de la sangrienta ciudad de<br />

Lichfield!" y nadie osó poner sus manos sobre mí; y cuando<br />

iba gritando así por las calles, me pareció como si un río de<br />

sangre corriese por ellas y como si la plaza del mercado fuese<br />

un charco de sangre.<br />

Y, al fin, algunos Amigos y personas buenas vinieron a mí

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