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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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330 DIARIO DE JORGE FOX<br />

naufragrar; tanto así que mucha gente estuvo convencida de<br />

que por fuerza estábamos perdidos, hasta que, a la mañana<br />

siguiente, nos vieron llegar a la costa. Mas, bendito sea el Señor,<br />

todos estábamos muy bien. Llegamos a una casita, donde<br />

secamos nuestras ropas junto al fuego y reposamos un poco;<br />

y, volviendo después al bote, nos alejamos de tierra, unas<br />

veces a vela y otras remando, mas, haciendo también aquel<br />

día muy mal tiempo, no pudimos avanzar más de doce millas.<br />

Por la noche, bajamos a tierra y encendimos un fuego, cerca<br />

del cual se tendieron algunos, mientras que otros lo hicieron al<br />

lado de otro fuego, en una casa que estaba algo más lejos.<br />

A la mañana siguiente, día doce, atravesamos la bahía de<br />

Chesapeake, navegando aquel día unas cuarenta millas y,<br />

desembarcando por la noche, allí la pasamos, unos en el bote y<br />

los otros en una taberna. Al día siguiente, que era un Primer<br />

día, navegamos como cosa de unas seis a siete millas, hasta la<br />

casa de un Amigo, que era magistrado de paz, donde celebramos<br />

una reunión. Fue esto un poco más arriba de la<br />

embocadura de la gran Bahía. Hacía cuatro días que<br />

estábamos en el agua, cansados de tanto remar, mas, a pesar<br />

de ello, todo salió muy bien, ¡Bendito y alabado sea el Señor!<br />

Al día siguiente, fuimos a casa de otro Amigo, cerca de la punta<br />

de la isla de Hatton, donde hicimos buena labor, con Amigos y<br />

otras gentes, como también, al día siguiente, en casa de <strong>Jorge</strong><br />

Wilson, un Amigo, que vivía cinco millas más lejos, donde<br />

celebramos una preciosa reunión de gente muy piadosa. Era<br />

este el lugar donde el sacerdote acostumbraba a predicar.<br />

Después de esta reunión, navegamos unas diez millas, hasta<br />

la casa del juez de paz, Jaime Frizby, en la que, el día dieciséis,<br />

celebramos otra reunión, asistiendo, según se supuso, algunos<br />

centenares de personas, además de los Amigos, entre<br />

ellas varios jueces de paz, capitanes y el alguacil, junto con<br />

otras personas de significación en el mundo. Fue aquella una<br />

bendita y divina reunión, en la que, con fuerza atronadora se<br />

proclamó el testimonio de la Verdad; y la gente, llena de<br />

sentimientos piadosos, dio pruebas de gran emoción. Esperamos,<br />

después de la reunión, hasta las once de la noche, a que<br />

la marea fuese a nuestro favor, después de lo cual, volviendo<br />

al bote, recorrimos, aquella noche y el día siguiente, como<br />

unas cincuenta millas, hasta llegar a la casa de otro Amigo.<br />

En los dos días siguientes emprendimos cortos viajes, visitando a

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