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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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268 DIARIO DE JORGE FOX<br />

los servidores personales del rey, había dicho que andaría cien<br />

millas a pié descalzo, por alcanzar mi libertad, de tan bien<br />

como me conocía. Me dijo también que varios otros habían<br />

hablado muy bien de mí. Desde aquel día, estuvo siempre muy<br />

afable conmigo.<br />

Estaban allí, también presos, dos hombres muy malos, que<br />

muchas veces se sentaban a beber con los oficiales y con los<br />

soldados, y como yo me negaba a sentarme también a beber con<br />

ellos, esto los ponía furiosos conmigo. Una vez, estos dos<br />

presos, estando borrachos, uno (cuyo nombre era Guillermo<br />

Wilkinson, presbiteriano que había sido capitán) se me acercó y<br />

me desafió a que luchara con él. Viendo el estado en que se<br />

hallaba, lo dejé sin decirle nada, y, a la mañana siguiente,<br />

estando él más sobrio, le dije que era muy cobarde de su parte<br />

desafiar a un hombre cuyo principio, según él ya sabía, era de<br />

no pegar jamás a nadie, y que si le pegaban en una mejilla<br />

presentaba la otra. Le dije que si realmente tenía ganas de<br />

luchar, pudo haber desafiado a un soldado que le hubiera dado<br />

la respuesta que él quería; pero ya que me había desafiado a mí,<br />

iba a contestarle con las manos en los bolsillos y, (adelantando<br />

la cabeza) "He aquí," le dije, "he aquí mi cabello, he aquí mis<br />

mejillas, he aquí mi espalda." Y al ver esto salió escapado<br />

yéndose a otra habitación. Los soldados al verlo soltaron la<br />

carcajada y dijo un oficial, "Sois un hombre feliz que podéis<br />

soportar tales cosas." Así lo vencí sin un solo golpe. Al cabo de<br />

poco tiempo, prestó el juramento, dio fianza y salió de la<br />

prisión. Mas pronto el Señor lo aniquiló en su propia maldad.<br />

Después de haber pasado cerca de un año preso en el castillo<br />

de Scarborough, envié una carta al rey, en que le daba cuenta<br />

de mi encarcelamiento y de los malos tratos de que había sido<br />

víctima en la prisión; diciéndole también que sabía que nadie<br />

podía ponerme en libertad sino él.<br />

Después de esto, Juan Whitehead, que estaba en Londres y<br />

conocía al llamado Esquire Marsh, fue a visitarlo y le habló de<br />

mí; y éste propuso que, si Juan Whitehead quería escribir un<br />

informe relatando mi caso, él mismo lo entregaría al que<br />

entendía en las rogativas, a quien llamó Sir Juan Birkenhead,<br />

con el propósito de ver si conseguiría mi libertad. De modo<br />

que, Juan Whitehead y Elias Hookes, escribieron una relación<br />

de mi encarcelamiento y de mis sufrimientos que entregaron a

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