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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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250 DIARIO DE JORGE FOX<br />

cual era la acusación en contra mía. No estaba yo dispuesto a<br />

dejar que otro hombre abogase por mí, sino a hablar yo mismo<br />

en mi defensa; y también Margarita, aunque la defendió su<br />

abogado, ella habló tanto como quiso. Mas, antes de ir a la<br />

barra, sentí mi espíritu dirigido a rogar al Señor para que<br />

confundiese su envidia y maldad, pusiere Su Verdad, por encima<br />

de todos, y elevara Su semilla; y me dijo la Voz de trueno,<br />

"Yo te he glorificado y te volveré a glorificar." Y estaba yo<br />

tan lleno de gloria, que mi cara resplandecía, y cuando los<br />

jueces volvieron a entrar precedidos de las trompetas, parecían<br />

todos hombres muertos ante la Vida que había en mí. Y el<br />

Señor oyó, respondió y los confundió en sus procedimientos en<br />

contra mía; y, a pesar de todo el mal que querían hacerme, se<br />

encontraron los más grandes errores en la acusación.<br />

Habiéndome negado a que nadie abogase por mí, el juez, me<br />

preguntó qué tenía que alegar en mi defensa; y le respondí<br />

que, con todo y no estar versado en leyes, mucho tenía que decir<br />

si quería él tener paciencia de escucharme. Al oír esto, él,<br />

y otros, se rieron, y después dijo, "Veamos; a ver que tenéis<br />

que decir, creo que nada." "Sí," dije yo, "mucho tengo que<br />

decir; tened tan solo paciencia de oírme." Entonces le pregunté<br />

si, el juramento de Lealtad, lo tenían que prestar los<br />

súbditos del rey de Inglaterra, o los súbditos de prínc ipes<br />

extranjeros; y me respondió, "Solamente los súbditos de este<br />

reino." "Pues bien," dije, "mirad la acusación y podréis ver<br />

como no habéis puesto la palabra súbdito; de modo que, no<br />

habiéndome nombrado en la acusación como súbdito, no podéis<br />

castigarme por haberme negado a prestar el juramento." Compararon<br />

entonces el estatuto con la acusación y vieron que era<br />

como ya había dicho. El juez confesó que era un error.<br />

Dije que aun tenía algo más que decir, para suspender el<br />

juicio, y le pedí que mirase en qué día decía la acusación que<br />

me habían presentado la fórmula del juramento, en la sesión<br />

del tribunal allí celebrada. Miraron y dijeron que en el día<br />

once de Enero. "¿En qué día de la semana se celebraron las<br />

sesiones?" pregunté, "En Martes," me respondieron; y entonces<br />

les dije, "Mirad vuestros almanaques y ved cuando se ha celebrado<br />

en Lancaster sesión alguna del tribunal, el día once de<br />

Enero." Miraron y vieron que el día once era el día llamado<br />

Lunes y que las sesiones se habían celebrado el día llamado<br />

Martes, que era el día doce de Enero. "He aquí," proseguí,

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