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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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DIARIO DE JORGE FOX 139<br />

por cada uno de nosotros, y mandamos los caballos al campo. El<br />

carcelero ante esto, se volvió más malo y endiablado, y nos<br />

metió en un sitio llamado Doomsdale, lugar sucio y pestilente,<br />

donde metían a brujas y asesinos luego de condenados a muerte;<br />

el cual era tan malsano, que se decía que muy pocos de los que<br />

allí entraban volvían a salir con vida. No había letrina, y, según<br />

nos dijeron, hacía muchos años que no se habían sacado los<br />

excrementos de los presos que de año en año habían metido allí.<br />

De manera que el piso era fango y, por algunos sitios, el agua<br />

nos llegaba al borde de las botas. No nos permitían limpiarlo ni<br />

tener camas o un montón de paja sobre que dormir. Llegada la<br />

noche, algunas personas de la ciudad, nos trajeron una vela y un<br />

poco de paja, y quemamos un poco de esta paja para quitar el<br />

hedor. Los delincuentes dormían en una habi tación encima de<br />

nosotros, y el carcelero jefe también en otra a su lado; y sucedió<br />

que, entrando el humo en la habitación del carcelero, este se<br />

enfureció de tal manera, que cogiendo los vasos de los<br />

excrementos de los ladrones, por un agujero, los volcó sobre<br />

nuestras cabezas; y quedamos tan llenos de inmundicias, que<br />

nosotros mismos no podíamos tocarnos, ni tampoco uno al otro;<br />

y, entre la pestilencia y el humo, poco faltó para que no nos<br />

ahogáramos y asfixiáramos. Antes, teníamos la porquería en los<br />

pies, pero luego en la cabeza y también por la espalda; y<br />

habiéndose apagado la paja a causa de la inmundicia que le cayó<br />

encima se hizo entonces una gran hu mareda, y el carcelero se<br />

mofaba de nosotros, de la manera más odiosa, llamándonos,<br />

"perros de cara aguzada" y tales nombres como ja más los<br />

oyéramos en nuestra vida.<br />

Estábamos obligados a pasar la noche de esta manera, sin poder<br />

sentarnos, de tan lleno como estaba el suelo de excrementos<br />

inmundos. Mucho tiempo nos tuvo así, antes de que nos dejara<br />

limpiarnos o permitiera que nos trajeran otras vituallas que las que<br />

nos daban por la reja; y una vez que una moza nos trajo unas pocas<br />

viandas, la arrestó por haber allanado su casa y la llevó al tribunal<br />

de justicia de la ciudad, acusándola de haber allanado la prisión; y<br />

ante los muchos trastornos que le causó a esta muchacha, se<br />

descorazonaron todos los demás y nos costó mucho conseguir un<br />

poco de agua para beber, o algunas vituallas. Entonces, mandamos<br />

a buscar una joven de Londres llamada Ana Downer (que escribía<br />

y tomaba muy bien notas en abreviatura), para que nos con-

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