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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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214 DIARIO DE JORGE FOX<br />

de sus colonias, bajo pena de muerte si volvían; y que algunos<br />

Amigos así desterrados, volvieron, y fueron ahorcados, y que<br />

muchos más estaban en las cárceles en peligro de ser llevados al<br />

suplicio. Cuando los primeros fueron sentenciados a muerte,<br />

estaba yo en la prisión de Lancaster, y, a pesar de que entonces<br />

nada sabíamos de esto, sentí sus sufrimientos como si se tratase<br />

de mí mismo y como si la soga rodease mi propio cuello.<br />

Así que lo supimos, Eduardo Burrough, fue a ver al rey y le<br />

dijo que en sus dominios se había abierto una vena de sangre<br />

inocente que de no cerrarse amenazaba con inundarlo todo; a lo<br />

cual el rey replicó, "Mas yo la cerraré;" y entonces Eduardo<br />

Burrough le dijo, "En ese caso, hacedlo enseguida, porque no<br />

sabemos cuantos serán, muy pronto, condenados a muerte." "Tan<br />

deprisa como queráis. Llamad," dijo a alguien que estaba<br />

presente, "al secretario y ahora mismo lo haré." Y llamando al<br />

secretario un mandamus fue autorizado inmediatamente. Uno o<br />

dos días después, Eduardo Burrough, volvió a ver al rey para que<br />

el asunto se arreglase enseguida; y le dijo el rey que, de<br />

momento, no se le presentaba ocasión de mandar allí ningún<br />

barco, pero que si nosotros queríamos, podíamos hacerlo tan<br />

pronto como quisiéramos. Eduardo Burrough, preguntó entonces<br />

al rey, si querría mandar, como diputado suyo, a uno de los<br />

llamados Cuáqueros; para que llevase el mandamus a Nueva<br />

Inglaterra; y el rey le respondió, "Sí, a quien vos queráis;" a<br />

consecuencia de lo cual, E. B., llamado Samuel Shattock, a lo que<br />

me acuerdo, que había vivido en Nueva Inglaterra, siendo<br />

desterrado por la ley en contra de los Cuáqueros, bajo pena de<br />

muerte si volvía, recibió la autorización de ir como diputado del<br />

rey. Entonces, mandamos a bus car a Rodolfo Goldsmith, un<br />

Amigo honesto, que poseía un buen barco, y convenimos con él<br />

en que, por trescientas libras, se haría a la mar en diez días, con o<br />

sin mercancías; y, disponiéndose a salir, inmediatamente, con<br />

viento favorable llegaron, en cosa de seis semanas, a la ciudad de<br />

Boston, en Nueva Inglaterra; el Primer día por la mañana,<br />

llamado Domingo. Muchos pasajeros se embarcaron, de la vieja y<br />

nueva Inglaterra, Amigos, a quienes el Señor había dirigido a ir,<br />

para dar testimonio en contra de aquellos perseguidores<br />

sanguinarios que, en aquellos días, excedieran a todos los demás,<br />

en sus persecuciones.<br />

Los habitantes de Boston, al ver que entraba en la bahía un

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