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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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288 DIARIO DE JORGE FOX<br />

será que no comamos en la ciudad, porque en ella viven el<br />

obispo y su diácono"; el cual obispo tenía buena parte en la<br />

persecución de que era yo objeto. Cuando estuvimos alojados<br />

vi venir a los Amigos; y uno exclamó, "¡Ay! Que el obispo vive<br />

aquí y el diácono en la casa de al lado." Mas yo les dije,<br />

"No tengáis cuidado alguna, que el poder del Señor Dios está<br />

por encima de ellos." Al poco tiempo seguimos adelante y<br />

alcanzamos a los otros.<br />

Pasé, cruzando la región, hasta llegar a donde alcanzaba la<br />

jurisdicción del juez que había dado el decreto de prisión, que<br />

allí estaba en vigor; mas la calma reinaba por todo. Diez<br />

millas más allá fuimos a una posada, y en toda la noche no pude<br />

dormir pensando en los Tories, 1 de tan preocupado como me<br />

tenían. Finalmente, crucé un río muy peligroso y viendo a mis<br />

perseguidores en la otra orilla, les sonreí porque no consiguieron<br />

prenderme.<br />

Cuando hube terminado con todo cuanto tenía que hacer,<br />

regresé a Dublin, porque esperábamos que después de celebrada<br />

la gran reunión cambiaría el viento. Salí a la calle y le dije<br />

a Jaime Lancaster, "Ya se ha terminado nuestra misión en esta<br />

nación, porque el viento nos es favorable"; pues aun aquella<br />

mañana el viento nos era contrario.<br />

Cuando llegué a Dublin me alojé cerca de Lazy Hill y,<br />

habiendo enviado antes a Jaime Lancaster a buscar los pasajes,<br />

al día siguiente el buque estaba dispuesto a hacerse a la mar.<br />

Por el camino, Jaime Lancaster, encontró a un hombre, que<br />

era soldado, el cual estaba muy disgustado por no haber asistido<br />

a la gran reunión y dijo a Lancaster que había oído de un<br />

hombre como jamás había salido otro igual de Inglaterra. Tal<br />

era la fragancia que entre todos despedía la Verdad.<br />

En esto me sentí dirigido a escribir a los Amigos, que allí<br />

ejercían el ministerio, de la manera siguiente.<br />

Sonad, que resuene en el espacio, siervos fieles del Señor, que,<br />

testigos en Su nombre, profetas del Altísimo, sois ángeles de<br />

Dios. Sonad en el espacio, que en el mundo resuene, resucitando<br />

al muerto que, en pié y bien despierto, sálgase de la tumba y<br />

oír pueda la vos que es viviente. Porque ya tiempo ha que el<br />

muerto al muerto oye, que el ciego errando va por entre ciegos<br />

y que el sordo del sordo se aconseja. Por todo ello vosotros<br />

sonad, sonad vosotros siervos, profetas, ángeles de Dios; vosotros<br />

que, clarines del Señor, al muerto despertaréis y también

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