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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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172 DIARIO DE JORGE FOX<br />

me puso en libertad y así pude ir a la reunión; mas viendo que<br />

no había allí nadie de la ciudad fuimos por ella declarando la<br />

Verdad; nos marchamos, y después de visitar a los Amigos de<br />

por los alrededores tomamos el camino de Badcow.<br />

En una ocasión en que iba con el coronel Osburne, a su casa,<br />

vimos que unos cuantos individuos es taban escondidos, a los<br />

lados del camino, detrás de setos y arbustos, me puse a<br />

observarlos y pregunté al coronel quien eran, "Oh, son ladrones";<br />

en esto, como Roberto Widders, dirigido a hablar al<br />

sacerdote, se había quedado atrás con la intención de alcanzarnos<br />

luego, dije al coronel, "Yo voy a quedarme en este valle, y<br />

tú, vete a ver que le ha pasado a Roberto Widders"; mas el<br />

coronel no estaba muy dispuesto a marcharse, por temor de<br />

dejarme allí solo, a causa de aquellos individuos, hasta que le<br />

dije que no me causaban ningún temor. Cuando estuve solo, los<br />

llamé y les pregunté para que estaban allí en acecho, y los<br />

amonesté a que salieran y se acercaran a mí, pero ellos no<br />

tenían muchas ganas de hacerlo. Volví a exigirlos a que<br />

vinieran o que de lo contrario sería peor para ellos, y, entonces,<br />

se acercaron temblando, porque el temor del Señor los había<br />

sacudido: los amonesté a que fuesen honestos y los encaminé a<br />

la luz, de Cristo, en sus corazones, para que a ella pudieran ver<br />

la maldad que era andar robando y hurtando; y el poder del<br />

Señor descendió sobre ellos. Allí estuve hasta que el coronel<br />

Osburne y Roberto Widders llegaron y luego nos fuimos juntos.<br />

Era seguro que de haber seguido nosotros, sin detenernos,<br />

hubiesen robado a Roberto Widders cuando pasara solo por<br />

aquel camino, ya que ellos eran tres o cuatro.<br />

Fuimos a casa del coronel y allí tuvimos una buena oportunidad<br />

de declarar la Verdad a varias personas. Después<br />

fuimos a ver a los Highlanders, tan endiablados, que corriendo<br />

hacia nosotros armados de horcas parecía como si quisieran<br />

despedazar, a nosotros y a nuestros caballos, pero escapamos de<br />

ellos por la bondad del Señor siendo guardados en Su poder.<br />

De allí fuimos a Stirling donde nos detuvieron los soldados<br />

y nos llevaron a la guardia principal. Después de unas palabras<br />

con los oficiales, descendió sobre ellos el poder del Señor,<br />

y nos pusieron en libertad; mas en la ciudad no pudimos celebrar<br />

reuniones con ellos, de tal manera estaban en tinieblas. A<br />

la mañana siguiente, llegó un hombre que traía un caballo para<br />

que corriera en una carrera, a la que fueron la mayor parte

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