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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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242 DIARIO DE JORGE FOX<br />

Lancaster. Mas luego reflexionaron y sólo exigieron de mí<br />

que compareciese en la sesión del tribunal; y después de esto me<br />

dieron licencia para que me retirase.<br />

Volví entonces a Swarthmoor, con Margarita Fell; y poco<br />

después, vino a verme el coronel West, que era entonces<br />

magistrado de la paz. Nos dijo que había participado a los<br />

otros magistrados que iba a venir a vernos, a mí y a Margarita<br />

Fell, "pero podría ser," les dijo, "que algunos de vosotros<br />

toméis ofensa de ello." Le pregunté que era lo que él creía<br />

que me iban a hacer en la sesión del tribunal; y dijo que<br />

volverían a decirme que tenía que prestar el juramento.<br />

Estando yo en Swarthmoor, Guillermo Kirby se presentó en<br />

la reunión acompañado de los condestables. Estaba yo sentado<br />

con los Amigos, y me dijo, "¿Cómo es esto, señor <strong>Fox</strong>?<br />

Tenéis aquí reunida una gran sociedad." "Sí," le respondí,<br />

"estamos aquí reunidos esperando al Señor." Entonces empezó<br />

a tomar los nombres de los Amigos, y a los que no se lo<br />

decían al momento los entregaba a los condestables y los mandaba<br />

a la prisión. Pero como los condestables no parecían<br />

muy dispuestos a llevárselos, sin un decreto, los amenazó con<br />

colgarlos por los pies; y un condestable le dijo que solo podía<br />

prender a los Amigos mientras él estuviera allí, pero que<br />

luego que él se marchase no lo podría hacer sin un decreto.<br />

Llegado el tiempo en que se celebraban las sesiones del tribunal,<br />

fui a Lancaster y me presenté al tribunal cumpliendo así<br />

mi promesa. Estaba allí aquel magistrado Fleming, que, en<br />

Westmorland, había prometido cinco libras a quien me prendiese;<br />

debido a que era magistrado en Westmorland y en<br />

Lancaster. Estaban también el magistrado Spencer, el coronel<br />

West y el viejo magistrado Rawlinson, el abogado, que era el<br />

acusador; y que habló con tal violencia, en contra de la Verdad y<br />

de los Amigos, que una vez creí que se iba a ahogar; mas el<br />

poder del Señor lo contuvo. Las sesiones eran largas y grande la<br />

concurrencia. Abriéndome paso, fui hasta la barra y allí estuve,<br />

con el sombrero puesto, por bastante rato; los magistrados<br />

mirándome severamente y también yo a ellos. Se hizo entonces<br />

advertencia de que se guardara silencio, bajo pena de<br />

encarcelamiento, y, cuando todos estuvieron callados, dije por dos<br />

veces. "La paz sea con vosotros." El presidente, me preguntó si<br />

sabía en donde estaba; y le dije, "Sí lo sé; pero pudiera ser," continué,<br />

"que mi sombrero os ofenda, y ello es bien insignificante

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