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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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196 DIARIO DE JORGE FOX<br />

para los pobres." El Señor me impelía a que los enviara.<br />

Finalmente, consintieron y se marcharon, aunque de mala gana.<br />

Cuando le hubieron expuesto la idea al alcalde; se sintió dirigido<br />

a decir que sí consentía en ello, pero que él no era solo en<br />

decidir; y dijo a los Amigos de otro gran recinto que podían<br />

conseguir, pero que no aceptaron por no estar en condiciones. Se<br />

marcharon dejando al alcalde en muy buena disposición con<br />

ellos; pues sintieron que el poder del Señor era sobre él. Cuando<br />

regresaron, les pedí que también fueran a ver al comandante de<br />

las tropas, y le hablaran de la mala conducta de sus soldados,<br />

que cayeran sobre gentes inocentes e indefensas, que estaban<br />

esperando al Señor, adorándolo; pero no pude conseguir que<br />

fuesen a verlo.<br />

A la mañana siguiente, siendo el Primer día, fuimos a la<br />

reunión en el pomar, donde los soldados se habían comportado<br />

tan brutalmente la última vez; y luego que por mucho rato hubo<br />

declarado la Verdad, entraron muchos soldados y gentes brutales,<br />

algunos blandiendo espadas. Habían los posaderos<br />

emborrachado a algunos, y uno juró que cortaría el cuello al que<br />

encontrara hablando. Dando empujones, cruzó por entre la<br />

multitud, hasta llegar a dos yardas de donde yo estaba, y,<br />

parándose ante aquellos cuatro Amigos que yo quería que<br />

hubiesen ido a ver al coronel, empezó a discutir con ellos; y, de<br />

repente, vi yo como su espada se levantaba en el aire y<br />

desaparecía; porque el poder del Señor, descendiendo sobre<br />

todos, lo encadenó; como también a todos los que le acompañaban.<br />

Celebramos una bendita reunión, sintiendo entre nosotros<br />

Su presencia y Su poder infinito. Al día siguiente, fueron los<br />

cuatro Amigos y hablaron con el coronel que, mandando a<br />

buscar a los soldados, acuchilló a más de uno, ante los ojos de<br />

los Amigos. Cuando lo supe, reprendí a los Amigos por haber<br />

permitido que hiciera semejante cosa y también por no haber ido<br />

el Séptimo día, como yo quería, para que así se hubiera evitado<br />

esta carnicería de soldados, y todo el alboroto que vinieron a<br />

hacer a nuestra reunión. Y así el poder del Señor descendió<br />

sobre todas aquellas mentes sanguinarias y llenas del deseo de la<br />

persecución; y, por mucho tiempo, se celebró la reunión sin que<br />

se produjera altercado alguno.<br />

También tenía que asistir, en aquellos días, a una reunión<br />

general que iba a celebrarse en casa de Eduardo Pyot, cerca

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