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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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82 DIARIO DE JORGE FOX<br />

cuando así me hubieron ultrajado, me llevaron un trecho<br />

fuera de la ciudad y allí me dejaron. Entonces Jaime Lancaster,<br />

se volvió en busca de Jaime Nayler y, estando yo solo,<br />

me fui a una acequia y después de haberme lavado (pues mi<br />

cara, mis manos, y mis ropas estaban cubiertas de mugre<br />

cenagosa) anduve cerca de tres millas, hasta la casa de Tomás<br />

Hutton, donde se hospedaba Tomás Lawson, el sacerdote que<br />

se había convertido. Cuando entré, apenas podía hablar,<br />

de tan magullado como estaba, y solo les dije en donde había<br />

dejado a Jaime Nayler y tomando cada uno su caballo fueron y<br />

lo trajeron aquella misma noche. Al día siguiente, Margarita<br />

Fell, enterada de lo ocurrido, mandó un caballo para mí, pero<br />

estaba tan dolorido de las magulladuras, que no pude soportar<br />

el traqueteo del caballo, sin gran dolor. Cuando hube llegado<br />

a Swarthmoor, el Juez Sawrey y otro juez, llamado Thompson,<br />

de Lancaster, dictaron una orden contra mí, mas habiendo ya<br />

regresado el juez Fell, no se cumplió la orden en contra mía;<br />

ya que el juez Fell había estado ausente del país todo este<br />

tiempo en que yo había sido víctima de tan malos tratos. Así<br />

que volvió mandó decretos de prisión a la isla de Walney, para<br />

prender a todas aquellas personas, causantes del tumulto, por<br />

lo que muchos se escaparon del país. La mujer de Jaime<br />

Lancaster, se convenció más tarde de la Verdad, y se arrepintió<br />

del mal que me había hecho; y así también hicieron muchos de<br />

los que tan cruelmente me persiguieron; mas el juicio de Dios<br />

cayó sobre algunos de ellos. Sawrey, que tanto me había<br />

perseguido, acabó por ahogarse, y la venganza de Dios alcanzó<br />

al juez Thompson, dándole un ataque de parálisis, estando en<br />

su sitial, y, luego que lo sacaron de allí, murió. El juez Fell<br />

me pidió que le hiciese una relación detallada de la persecución<br />

de que fui víctima; mas yo le dije que aquella gente no podía<br />

comportarse de otra manera, debido al espíritu en que estaba,<br />

no haciendo más que poner de manifiesto los frutos del minis -<br />

terio de sus sacerdotes, y lo equivocado de su profesión y<br />

religión; por lo que dijo a su mujer, que yo hablaba ligeramente<br />

de la cuestión, como si no me concerniese, porque, en verdad,<br />

el poder del Señor me había otra vez curado.

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