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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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DIARIO DE JORGE FOX 305<br />

Carlisle hasta las nueve o diez de la noche. Descendimos a<br />

tierra, así que pudimos, y, junto con otros, anduvimos hasta la<br />

casa de un Amigo, un mercader llamado Ricardo Forstall, a<br />

poco más de un cuarto de milla de Bridgetown; pero como estaba<br />

tan débil y enfermo me cansé tanto de andar tan poco trecho<br />

que llegué exhausto. Muy enfermo permanecí allí varios días,<br />

y aunque varias veces me administraron medicinas para hacerme<br />

sudar, no hubo modo de conseguirlo. Al contrario, lo que me<br />

dieron, antes secó y angostó mi cuerpo, por lo que empeoré<br />

más de lo que hubiera sido de otro modo. Así continué,<br />

durante unas tres semanas, después de desembarcar, sintiendo<br />

tales dolores en los huesos, articulaciones y el cuerpo todo,<br />

que apenas si podía conseguir algún descanso; sin embargo,<br />

estaba alegre y mi espíritu se mantuvo fuerte por encima<br />

de todo ello. Tampoco consiguió la enfermedad que dejase el<br />

servicio de la Verdad, puesto que, tanto en el mar como después<br />

de llegar a Barbados, antes de estar en estado de recorrer el<br />

país, escribí varios artículos (un Amigo me los escribía), 2<br />

algunos de los cuales, a la primera oportunidad que tuve, los<br />

mandé a Inglaterra para que los imprimiesen.<br />

Luego que hube descansado tres o cuatro días, en casa de<br />

Ricardo Forstall, donde muchos Amigos vinieron a verme, Juan<br />

Rous, que había pedido prestado un coche al coronel Chamberlain,<br />

vino para llevarme a casa de su padre, Tomás Rous. Pero<br />

se hizo tarde antes de que llegásemos, por lo que poco pude<br />

descansar aquella noche. Al cabo de pocos días, el coronel<br />

Chamberlain, que tan amablemente nos había prestado su coche,<br />

vino a visitarme y estuvo muy cortés conmigo.<br />

Poco después de llegar a la isla, me informaron de un<br />

acontecimiento notable, en el que la justicia de Dios se había<br />

revelado eminentemente. El hecho fue el siguiente.<br />

Había en Barbados un joven, de nombre Juan Drakes<br />

(persona de cierta consideración en el mundo, pero blasfemador<br />

vulgar y mala persona) que, estando en Londres, pensó en<br />

casarse con una joven doncella, hija de un Amigo. Esta<br />

muchacha, siendo muy joven y con dote considerable, había<br />

sido confiada por su madre a la tutoría y cuidados de varios<br />

Amigos, de los cuales era yo uno. Me solicitó el joven consentimiento<br />

para casarse con la doncella y le dije que, siendo<br />

uno de los tutores nombrados por su madre, que era viuda, para<br />

cuidar de la muchacha, creía que, de tener su madre la intención

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